España
es el tercer país europeo con mayor hacinamiento en sus cárceles. Lo
documenta un informe de la XXX Conferencia de Ministros de Justicia
del Consejo de Europa, que se celebró en Estambul. Ese hacinamiento
significa que hay 162 presos por cada cien mil habitantes, cuando en
Alemania hay 95 por cada cien mil, 85 en Francia y 121 en Portugal.
Demasiados presos en el Reino de España. Más que en cualquier época
de su historia reciente, excepto los primeros años de la dictadura
franquista.
Con la crisis, aumentaron los delitos violentos en el 2011.
Algunos asesinatos, secuestros y atracos más que en el 2010, según
la memoria anual de la Fiscalía General del Estado, aunque menos que
en el 2009. Pero lo que llena las cárceles son los delitos de los
pobres, de los de abajo y, especialmente, los relacionados de un
modo u otro con el tráfico de droga.
Una radiografía de esa delincuencia puede verse en cualquier
cárcel provincial española. Cárceles de pobres, de desesperados,
habitualmente en medio de la nada, donde los presos acumulan 30, 40
o 50 causas penales por hurto, robo, lesiones, tirones, contrabando
o venta de heroína, cocaína, hachís u otras drogas... En la jerga
carcelaria son los gremlins. Pobres sin remedio, a los que el
delito no saca de la pobreza. Presos ligados a la prisión, con
salidas y entradas constantes. Sor Genoveva, una monja católica de
88 años, que hace casi 70 va a las cárceles de Barcelona para
escuchar a los presos y ayudarlos, no tiene la menor duda: "Siempre
es la gente más pobre la que está en la cárcel". Sabe de qué habla.
Gente que paga caros sus delitos. A quien cogen contrabandeando
un kilo de cocaína, le caen ocho o nueve años de cárcel. Pero, dos
importantes financieros españoles, por ejemplo, condenados por el
Tribunal Supremo como autores de estafa y falsedad en la venta de un
solar de Madrid, no fueron a la cárcel por una discutible y
discutida interpretación de la prescripción por el Tribunal
Constitucional, que los soltó. Aunque, como escribió quien fue
teniente fiscal de Barcelona, José María Mena, "fueran efectivamente
estafadores y falsarios". Mena dice que "también merece ser
recordado el beneficio de 200 millones de pesetas (120 mil euros)
conseguido por Alierta (presidente de la multinacional Telefónica)
por una información bursátil privilegiada de carácter reservado, que
era delito, pero quedó impune al amparo de la prescripción".
No es excepción que los ricos escapen del castigo por sus delitos
económicos por la discutible utilización de la prescripción, la
institución jurídica que dice que pasado cierto tiempo algunos
delitos ya no puedan ser juzgados. Pero, prescripción aparte, hay
más delitos que hacen daño a mucha gente y perjudican mucho a la
ciudadanía, aunque sus perpetradores no pisen nunca la cárcel. ¿Qué
creen que es esta maldita crisis, más que una acumulación de delitos
de diversos pelajes financieros, cuyas consecuencias paga la
ciudadanía? Delitos camuflados y ocultos, perpetrados con brillante
ingeniería financiera y obscena contabilidad imaginativa. Entonces,
para camuflar la impunidad de facto de delincuentes económicos y
financieros, se promete con grandes aspavientos barrer el delito de
las calles (recurso utilizado por muchos gobiernos en diversos
países), que solo significa cebarse en los pequeños delincuentes, en
los delincuentes pobres.
Lo cierto es que, benevolentes con la evasión de impuestos y los
graves delitos económicos o los protagonizados directamente por
miembros de la minoría rica, los sistemas penales y penitenciarios
europeos han sido y son beligerantes e intolerantes con las
infracciones de las clases sociales desfavorecidas. Y, por si fuera
poco, hoy en España el gobierno del Partido Popular y sus aliados
pretenden convertir en delincuente a la ciudadanía, que protesta
pacíficamente contra un sistema económico que la esquilma y viola
sus derechos. Lo quieren hacer endureciendo el Código Penal y, si se
aprobara, Gandhi iría a la cárcel en España. Así están las cosas y
no es como se reducirá la población penitenciaria. Pues, como
escribió Josep M. Vallés, quien fuera responsable de las prisiones
de Cataluña en el Reino de España: "Tener muchas cárceles y que
estén llenas, es un fracaso".
Mientras tanto, responsables de delitos económicos y financieros,
de compleja elaboración e inteligente y retorcido camuflaje jurídico
que hace difícil de descubrir tales delitos, campan a sus anchas
perjudicando a la mayoría. Da igual que las consecuencias las paguen
miles, cientos de miles o millones de personas.
Este sistema cada día pierde más legitimidad y esta democracia se
vacía más y más. (Tomado de ADITAL)