"El
tango es vida y estoy embrujada por él", le dijo al público, entre
emocionada y nerviosa, la cantautora Liuba María Hevia, quien el
pasado sábado estrenó, en un concierto en el capitalino Teatro
Mella, los temas de su más reciente producción discográfica titulada
Naranjo en flor, que acaba de ser publicada por el sello La
Ceiba, de la Oficina del Historiador de La Habana.
Así, sobre el escenario, con el respaldo de jóvenes actores de la
Escuela Nacional de Arte, del grupo de Teatro El Público e
integrantes de Danza Teatro y de Danza Contemporánea de Cuba, en una
pantalla, con coreografía de su hermano Pepe Hevia, en una puesta
teatral que precisamente le dedicó a ese género, Liuba desgranó
viejos y nuevos tangos, en una noche que aseguró fue de las más
felices de su vida.
La artista, quien siempre hizo tangos desde su juventud y solo
hasta hoy pudo materializar su sueño, compartió su felicidad con
músicos de su grupo y con varios invitados, algunos muy especiales
para ella.
Siempre conversando con el público, en esa forma tan coloquial
que la identifica y que el propio auditorio agradece, presentó en el
arpa a la joven Anaisa Núñez; en el piano a Miguel Ángel de Armas
Junior, ganador del Premio Jojazz, al violinista Ariel Sarduy, y al
chelista, Alejandro Rodríguez, ambos de la Orquesta Sinfónica
Nacional de Cuba; a la guitarrista Rosa Matos; a su maestro, el
pianista Juanito Espinosa, y a dos grandes actores de la escena
cubana: Broselianda Hernández y Osvaldo Doimeadiós.
Junto a Espinosa, Liuba hizo Qué tango hay que cantar, de
Rubén Juárez y Cacho Castaño, y recordó su paso por la Casa del
Tango y primeros años de estudio. Con Doimeadiós llegó el éxtasis en
Balada para un loco, de Astor Piazzolla y Horacio Ferrer,
mientras que con Broselianda selló una actuación más que memorable,
todo un torbellino de sensibilidades y emociones al compartir el
tema Los mareados, de Enrique Domingo Cadicamo y Juan Carlos
Cobián.
Fue un recorrido que la artista emprendió para dejar una huella
imborrable en los ojos y la memoria de quienes asistimos a su acto
espiritual de dejarse embrujar por el tango, por las canciones de
Carlos Gardel y Alfredo Lepera, de quienes no faltaron Volver,
Sus ojos se cerraron y El día que me quieras; de
Catulo Castillo y Héctor Stamponi, El último café; de María
Elena Walsh y Eladia Blázquez, de quienes interpretó El 45 y
A un semejante, respectivamente; de Enrique Santos Discépolo,
en Cambalache, y de los hermanos Homero y Virgilio Hugo
Expósito, Naranjo en flor, entre otros.