AL-FASAYIL, Palestina.— "Es agotador, pero no hay otra
alternativa", se quejó Ibrahim. Este adolescente palestino, de solo
15 años y ya con la frente surcada de arrugas, trabaja 19 horas por
día en un asentamiento israelí desde hace tres años.
Ibrahim, nombre ficticio por razones de seguridad, es el mayor de
diez hermanos y vive con su familia en el pueblo de Al-Fasayil, en
el Valle del Jordán, ocupado por Israel.
"Trabajo de seis de la mañana a una de la madrugada siguiente y
gano 70 nuevos shéqueles (unos 18 dólares) al día", dijo a IPS el
joven, empleado en la colonia judía de Tomer.
Según residentes de Al-Fasayil, una decena de menores de 18 años
del pueblo trabajan en ese asentamiento israelí. Se estima que entre
500 y 1 000 niños y niñas de otros pueblos y aldeas atraviesan
Cisjordania para trabajar en la zona.
La mayoría de los menores trabajadores en el Valle del Jordán
ganan entre 50 y 70 nuevos shéqueles al día por recolectar, lavar y
empacar frutas y verduras cultivadas en asentamientos agrícolas
israelíes.
Trabajan muchas horas en condiciones climáticas difíciles en
invierno y verano, y no tienen beneficios ni seguridad social en
caso de lesiones.
"Hay muy pocas opciones en el Valle del Jordán", señaló
Christopher Whitman, coordinador del Centro de Desarrollo Ma’an, una
organización con sede en Ramalah que fomenta el desarrollo de los
territorios palestinos ocupados.
"No hay nada debido a las restricciones dispuestas por Israel al
desarrollo agrícola y económico. Los palestinos no tienen otra
opción que quedarse en su casa todo el día o trabajar en un
asentamiento para mantener a sus familias", explicó.
Whitman dijo a IPS que Israel tiene la obligación de aplicar las
mismas leyes laborales en Cisjordania, incluido el Valle del Jordán,
que en su territorio. Sin embargo, no se asegura que los palestinos
que trabajan en asentamientos judíos reciban un salario mínimo,
tengan atención médica, derecho a tener días por enfermedad, entre
otros.
"Si son menores de 18, solo pueden trabajar cierta cantidad de
horas y en determinadas condiciones. No deben ser mano de obra. Es
necesario proteger sus derechos", añadió Whitman.
Casi el 95 % del Valle del Jordán está dentro del área C, es
decir, bajo el total control civil y militar de Israel. Allí viven
65 mil palestinos, 15 mil beduinos y 9 400 colonos israelíes.
En la zona hay 37 asentamientos, incluidos siete puestos de
control, ilegales según la propia legislación israelí.
La organización israelí de derechos humanos B'Tselem sostiene que
"Israel instauró en esta área un régimen de explotación intensiva de
recursos, mucho mayor que en otras zonas de Cisjordania, lo que
demuestra su intención de anexar al estado de Israel, de hecho, el
Valle del Jordán y el norte del mar Muerto".
Uno de los principales elementos de la política de restricciones
impuesta a la infraestructura palestina es que solo pueden construir
en el 5 % del Valle del Jordán. Las casas, las escuelas y,
prácticamente, todas las edificaciones se erigen sin permisos y
corren riesgo de recibir una orden de demolición de las autoridades
israelíes.
Las restricciones a la construcción de escuelas, en especial,
tuvieron un impacto particularmente devastador sobre el desarrollo
infantil en el Valle del Jordán.
"Una gran cantidad de niños palestinos no gozan del derecho
básico a la educación o se ven obligados a caminar muchos kilómetros
por zonas peligrosas para ir a la escuela", señala un informe
realizado por Ma’an, "Parallel Realities: Israeli Settlements and
Palestinian communities in the Jordan Valley" ("Realidades
paralelas: asentamientos israelíes y comunidades palestinas en el
Valle del Jordán").
"Alrededor de unos diez mil niños del área C comenzaron el año
lectivo 2011-2012 en tiendas de campaña, casas rodantes o chozas de
lata, sin protección contra el calor ni el frío. Además, casi un
tercio de las escuelas carecen de instalaciones de agua y de
saneamiento adecuadas", indica.
"Incluso, por lo menos 23 escuelas, que atienden a 2 250 niños
del área C, tienen órdenes de interrupción de las obras y de
demolición", añade.
A Fátima, también nombre ficticio, una residente de Al-Fasayil
con siete hijos, le preocupa el futuro de su familia debido a las
condiciones de extrema pobreza y de falta de oportunidades
educativas y laborales en que viven.
"Mi hijo es inteligente, pero tuvo que abandonar la escuela para
ayudar a su padre", dijo Fátima a IPS, refiriéndose a su hijo de 15
años.
El adolescente dejó la escuela en octavo grado para ir a trabajar
al asentamiento israelí vecino porque su padre ya no podía trabajar
para mantener a la familia.
"Espero que algún día pueda aprender un oficio y que mis hijos
menores puedan seguir estudiando. Pero me temo que es difícil",
añadió.