"Si desconoces la consagración, no puedes trabajar aquí. Con
nosotros hay ahora 18 menores de diferentes edades, necesitados de
afecto, comprensión y orientaciones.
"Mi esposa también labora en la Enseñanza Especial y es la
primera en apoyarme. Lo normal es llegar a las 7:00 a.m. al Hogar y
retirarme a casa después de la comida de los muchachos. Si alguno se
enferma, me quedo para ver cómo evoluciona, y eso que aquí siempre
hay una enfermera y una auxiliar de guardia. Si el caso es de
ingreso, permanezco en el hospital el tiempo necesario".
Cuando el tema aflora en la conversación con niñas y niños
presentes, Osbel Hernández —futuro percusionista, según afirma—
muestra una cicatriz junto a uno de los oídos, huella de la delicada
intervención quirúrgica que lo mantuvo hospitalizado durante 35
días. "Él (Rogelio) me acompañó muchas noches, igual que otras
seños".
Adorable, Yamilka Rivero, otra de las infantes, introduce el tema
de la próxima visita a la Isla de los Niños, en Cayo Saetía.
"Nos iremos en unos días", dice Rogelio, mientras les recuerda la
reciente estancia en otro sitio de descanso junto al mar.
"Bueno, se lo merecen. Todos cruzaron de grado, los de Primaria,
Secundaria, Enseñanza Especial y Politécnico. Los días de clases nos
mantienen atareados porque hay que estar al tanto de los resultados
docentes. Nos dividimos el trabajo; por ejemplo, la Trabajadora
Social visita las escuelas frecuentemente y me comunica los
resultados. Si hay algún problema, voy a conversar con los maestros
o profesores en busca de soluciones conjuntas."
Rodeado de su "prole", Rogelio continúa recibiendo elogios, pero
no es egoísta y reclama méritos para los 16 restantes integrantes
del personal responsable del funcionamiento del Hogar. Así explica
que Caridad del Río Serrano, la subdirectora, es una eficiente
administradora.
El grupo insiste en reconocer a Rogelio. Vuelve a hablar Yamilka:
"Es el mejor papá". Carlos Manuel, inquieto pupilo que desea ser
agente de protección, revela su cariño con una sonrisa plena.
Claudia le regala una mirada tierna porque la apoya en los deseos de
ser estilista en un Salón de Belleza.
Rogelio los observa con bondad, la misma dedicada a los 42
egresados de los dos hogares de este tipo en los que ha trabajado en
los últimos 21 años.
"Creamos lazos para toda la vida. Donde quiera que estén, quienes
pasan por aquí son mis hijos y siempre podrán solicitar consejos y
cualquier otra ayuda".