En
efecto, es de otro planeta y su nombre borrará de un plumazo esta
noche todas las noticias de los XXX Juegos Olímpicos de
Londres-2012: Usain Bolt aterrizó en Stratford.
Voló y lo hizo con categoría para confirmar que mientras exista
Usain Bolt, los 100 metros planos tienen dueño en el firmamento
olímpico y en el mundo.
La cuenta regresiva se ciñó a la frágil levedad de 9.63 segundos,
récord olímpico que mejora el de Beijing-2008 de 9.69, también de su
cosecha.
Meses de especulaciones, cábalas, desafíos. Nadie pudo con el
relámpago. El jovencito Yohan Blake, otro jamaicano, le sigue dando
avisos, plata con un fulgurante 9.75, pero, mientras sólo sean
avisos, no hay problemas con Bolt.
La noticia, el hombre más veloz del mundo es el mismo, el de
siempre desde hace cuatro años y más. Amenazas, todas las que una
vez más lo obligaron a exigirse a sí mismo.
El espectáculo, la respiración contenida, los flashes
intermitentes. Viene el disparo y para no variar arranca perezoso,
levanta a mitad del hectómetro y remata con la increíble fuerza de
los elegidos.
Bronce con méritos para el estadounidense Justin Gatlin (9.79),
el monarca de Atenas-2004, sancionado por doping, de regreso a las
pistas en forma admirable tras cumplir la sanción.
Para los dubitativos y buscadores de sensacionalismos, ya el
mensaje de Bolt había sido muy claro en las semifinales: 9.87, con
una mirada de reojo hacia sus contrincantes al borde de la meta.
Quedó pendiente la primacía mundial de 9.58 segundos en poder de
Bolt desde el 16 de agosto de 2009. Cumplirá 26 años el 21 de
agosto. Puede mirar todavía el horizonte con la frente alta, muy
alta.