Lo que muchos desconocen es que el "tiburón de Baltimore" tuvo en
la natación una válvula de escape para canalizar un síndrome de
déficit de atención, detectado en su infancia. Fue entonces cuando
sus hermanas lo refugiaron en las piscinas para atenuar reiterados
episodios de angustia. Allí encontró paz en sus rutinas diarias, la
posición de la mano, el ángulo del torso respecto a la superficie o
los tiempos registrados por el cronómetro lo liberaban de las
tensiones.
Serían los 200 metros mariposa, por su enorme complejidad
técnica, su evento amuleto. Sobre esa especialidad comenzó a
construir su feudo, desde que culminó quinto en Sydney 2000. Ahora
un error de ritmo le impidió ser el primer tritón en dominar una
prueba en tres citas consecutivas. Su fantasma, el sudafricano de 20
abriles Chad le Clos (1:52.96) quien apostó al extra y lo superó en
la última brazada por cinco centésimas que posiblemente hayan
marcado la despedida estival de Phelps. Un adiós sellado con el oro
del relevo libre minutos más tarde, su número 16, no sin sentir de
cerca los latidos de la posta francesa de la mano de Yannick Agnel.
Una dinastía que declina, otra naciente con nombre de mujer y
apenas 16 primaveras: la china Shiwen Ye, dueña de los 400 y 200
combinados individual con primacías mundial y olímpica, por ese
orden. Ya había dado la clarinada en el mundial de Shangai al
coronarse en el menor de los tramos. Ahora aprovechó el ocaso de un
fenómeno para iniciar ella su estela. Mientras vemos qué sucede en
el futuro olímpico de esta asiática, en los libros del Olimpo acuñó
su firma con tiempos de 4:28.43 y 2:07.57. (SE)