"Yo
mismo no sé qué va a pasar esta noche aquí", comentó a Granma
el primer bailarín de Danza Contemporánea Cubana, Narciso Medina, a
unos minutos de entrar en el escenario de la sala Covarrubias del
Teatro Nacional este último fin de semana, para ofrecer al público
los estrenos mundiales de En el umbral de la semilla —en un
primer tiempo de la función— y Pasión Goya, como segundo acto
de décima temporada de su compañía, titulada Caminos del tiempo.
Con tal aseveración se refería el coreógrafo a En el umbral¼
para cuya ejecución se vale del espectador, quien debe escribir
al entrar a la sala pensamientos, sentimientos o estados de ánimo
que después serán seleccionados fortuitamente para que, como una
suerte de pie forzado, sirvan de inspiración a Medina para crear
echando mano a la improvisación, una danza coherente con el mensaje.
La duración y particularidad de cada uno de estos unipersonales
irrepetibles dependen de cuánto necesite el artista "decir". De
manera que La vida¼ solo estará
emparentada con La Fe, El Amor, y Bailar es un
estado de apoteosis perfecta —otros de los sentimientos o
pensamientos elegidos para convertir en danza— con la génesis que
comparten todos por igual al implicar al público que aporta sus
referentes espirituales a la puesta.
La escena —donde aparecen un banco o una mesa, según lo
consideren utileros y tramoyistas que los incorporan o los retiran
arbitrariamente del acto— puede ser abordada por una de las
bailarinas para reforzar con el dueto el mensaje en cuestión, o
puede subir a ella, a instancias del danzante, tal como lo solicitó
al interpretar El Amor, alguna muchacha del público, para
aportar con su desempeño un elemento más a la espontaneidad que
exige el contexto.
Referencias universales del pintor de las majas sustentan, pasado
el tiempo del intermedio, los argumentos de Pasión Goya,
propuesta que con notable acierto consigue atrapar en códigos
danzarios varios de los cuadros más significativos del insigne
artista español.
El sueño de la razón produce monstruos, uno de esos grabados
denominados caprichos con los que Goya, dando rienda suelta a su
fantasía satirizó a la sociedad, fue también llevado a escena por la
compañía, que demuestra que asumir la belleza de creaciones ajenas,
auténtica y profesionalmente, puede producir también renovadas
satisfacciones.