El replantearse la estrategia de desarrollo que necesita África 
			para tener un papel importante dentro de la economía global es una 
			necesidad imperiosa y más si se tiene en cuenta la extrema pobreza 
			que existe en el continente. Con los años, la participación de 
			África en el mercado global ha sido insignificante a pesar de la 
			implementación de las políticas recomendadas por las instituciones 
			internacionales de financiación y de desarrollo. Los pésimos 
			resultados de la economía africana ponen en tela de juicio la 
			efectividad de las ideologías económicas prescritas por estas 
			instituciones internacionales y evidencian la necesidad de cambiar 
			de modelo para conseguir un desarrollo sostenible.
			En el último cuarto de siglo, África ha sido víctima de la 
			ortodoxia liberal de estas instituciones, las cuales defienden de 
			forma persistente la privatización de las empresas estatales, el 
			libre comercio, la protección de los derechos de propiedad 
			intelectual y la desregularización de la inversión extranjera 
			directa (IED), entre otras medidas, como requisitos para que los 
			países en vías de desarrollo crezcan y se desarrollen. Esta 
			prescripción política es la que John Williamson acuñó como el 
			Consenso de Washington y cuya ideología neoliberal se refleja en las 
			políticas de las instituciones Bretton Woods: el FMI, el Banco 
			Mundial y la Organización Mundial del Comercio (OMC). Concretamente, 
			el FMI y el Banco Mundial ofrecen su ayuda a los países en vías de 
			desarrollo siempre y cuando estos se adhieran estrictamente a las 
			políticas del Consenso de Washington. Este consenso ha sido 
			duramente criticado debido a los resultados que ha tenido en 
			aquellos países que han adoptado sus doctrinas (especialmente en 
			África subsahariana, en Latinoamérica y en los países que componían 
			la antigua Unión Soviética), ya que no ha conseguido el prometido 
			crecimiento sostenible.
			El notable crecimiento económico de China durante los últimos 30 
			años, país que ha rehusado adoptar el marco original y ampliado del 
			Consenso de Washington, arroja dudas sobre su potencial irrefutable. 
			El importante milagro económico de China, el cual ha sido descrito 
			por Joshua Cooper Ramo como el Consenso de Beijing, representa un 
			símbolo del éxito chino y un desafío al poder normativo del Consenso 
			de Washington.
			El Consenso de Beijing se engloba bajo tres máximas: innovación, 
			fomento del control del caos y teoría de la autodeterminación; estos 
			principios están arraigados en las políticas de China y los 
			resultados son mejoras paulatinas, innovación y experimentación, 
			crecimiento basado en la exportación. A pesar del éxito notable del 
			Consenso de Beijing, se ha argumentado que es poco probable que sea 
			sostenible a largo plazo, que va en contra de las aspiraciones de 
			las personas tal y como demuestra una serie de revoluciones en los 
			países del norte de África (Williamson, 2012). Es más, si se hiciera 
			una revisión histórica de cómo progresaron los países desarrollados 
			se vería que no se adoptaron las políticas que se recomiendan para 
			los países en vías de desarrollo. Tal y como señaló Ha-Joon Chang 
			(2003), algunas de las políticas contra las que las instituciones 
			Breton Wood se han rebelado son precisamente aquellas que se 
			adoptaron durante las fases de desarrollo de otros países. Por 
			ejemplo, hoy día la Organización Mundial del Comercio se opone al 
			uso de las subvenciones a la exportación y a la protección de la 
			industria naciente, no obstante, el Reino Unido y Estados Unidos sí 
			fueron partidarios de estas políticas cuando empezaron a 
			desarrollarse.
			Por tanto, para lograr un crecimiento sostenible y rápido son 
			necesarias tanto una política pragmática como instituciones que se 
			adapten mejor a las etapas del desarrollo y a las realidades de los 
			países en vías de desarrollo; y lo que es más, los países 
			desarrollados se beneficiarán a largo plazo (Ha-Joon, 2003).
			El aparente fracaso del Consenso de Washington cuando se ha 
			utilizado en los países en vías de desarrollo y la posible 
			insostenibilidad del Consenso de Beijing a largo plazo hacen 
			indispensable un cambio de modelo en la estrategia de un desarrollo 
			económico sostenible en África; este nuevo enfoque debería 
			identificar los caminos de desarrollo que se comprometen con un 
			cambio progresivo y esta podría ser una posible alternativa a la 
			actual estrategia de desarrollo.
			La pregunta es si África puede aprovechar el potencial de sus 
			enormes recursos naturales, la envergadura del mercado regional y 
			los recursos humanos de que dispone para encontrar una estrategia 
			totalmente diferente para su desarrollo y que encaje con las 
			realidades y las culturas del país sin tener que adoptar las máximas 
			del Consenso de Washington y del de Beijing.