 PARÍS.— 
			Medios de comunicación, dirigentes políticos y ciudadanos europeos 
			arremeten contra los banqueros, acusándolos, en el mejor de los 
			casos, de ser cómplices de innumerables operaciones ilegales y, en 
			el peor, de ser directamente delincuentes.
PARÍS.— 
			Medios de comunicación, dirigentes políticos y ciudadanos europeos 
			arremeten contra los banqueros, acusándolos, en el mejor de los 
			casos, de ser cómplices de innumerables operaciones ilegales y, en 
			el peor, de ser directamente delincuentes.
			El mejor ejemplo de esta ola de indignación es el uso de la 
			palabra "bankster", combinación de "banker" (banquero, en inglés) y 
			gánster, incluso utilizada por los medios de países no anglosajones.
			
			El término, acuñado durante la crisis económica mundial conocida 
			como la Gran Depresión de los años 20 y 30, resurgió en los medios 
			británicos en el 2009, y apareció ahora en la primera plana del 
			periódico francés Libération. 
			En un breve documento sobre política bancaria divulgado el 21 de 
			este mes, el presidente del opositor Partido Socialdemócrata (SPD) 
			de Alemania, Sigmar Gabriel, acusó a los banqueros de "chantajear a 
			gobiernos y estados con la amenaza de una bancarrota con efecto 
			dominó", de "complicidad con actividades delictivas", como la 
			evasión impositiva y el lavado de dinero, y de "perjudicar a sus 
			propios clientes". 
			La lista de quejas es larga. En Estados Unidos se acusa al banco 
			HSBC de lavar dinero de narcotraficantes latinoamericanos y de 
			organizaciones islámicas presuntamente involucradas en actividades 
			terroristas. 
			En un comunicado del 17 de este mes, el HSBC asume su 
			responsabilidad: "Hubo ocasiones en que el banco no pudo cumplir con 
			los estándares que esperan los reguladores y los clientes. 
			Reconocemos estos errores, respondemos por nuestras acciones y nos 
			comprometemos a solucionar lo que no funcionó bien". 
			El llamado escándalo LIBOR (acrónimo en inglés de tasa 
			interbancaria ofrecida de Londres), puso al descubierto la 
			connivencia de numerosas instituciones internacionales, entre las 
			que están Barclays, Citigroup, JPMorgan Chase, UBS, el Deutsche Bank 
			y, otra vez, el HSBC, para falsificar información sobre las tasas de 
			interés interbancarias con el fin de que los bancos centrales 
			hicieran lo propio con las suyas. 
			La tasa LIBOR es una referencia para el mercado monetario, fijada 
			por la Asociación de Banqueros Británicos. 
			Además, las instituciones financieras se vieron envueltas en una 
			gran confabulación de evasión fiscal. 
			La independiente Red de Justicia Fiscal, que investiga la evasión 
			impositiva internacional y el papel de los bancos en los paraísos 
			fiscales, estima que unos 11,5 billones de dólares de activos están 
			guardados en bóvedas de seguridad, lo que hace que los estados se 
			pierdan de recaudar unos 250 mil millones de dólares al año. 
			Por su parte, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo 
			Económicos (OCDE) subraya: "la evasión y el fraude fiscal ponen en 
			riesgo los ingresos de los estados", y recuerda que el Senado de 
			Estados Unidos estima que se pierden 100 mil millones de dólares al 
			año por la evasión fiscal cometida por personas y empresas en ese 
			país. 
			"En muchas naciones, los montos ascienden a miles de millones de 
			euros", remarca la OCDE. "Eso significa menos recursos para 
			infraestructura y servicios, como educación y salud, y perjudica los 
			estándares de vida en economías desarrolladas y en desarrollo", 
			añade. 
			Los activos se encuentran en paraísos fiscales, como los 
			territorios británicos de Isla de Man, Guernsey y Gibraltar, y en 
			las Islas Caimán y similares, aunque también en instituciones 
			financieras que operan en ciudades como Londres y Nueva York, y en 
			países como Suiza, Singapur y Mónaco. 
			Los delitos financieros ocurren cuando los países del Norte 
			industrializado atraviesan una grave crisis de deuda soberana que ha 
			dejado a muchos de ellos en bancarrota. 
			El problema se originó, o por lo menos se agravó, con la crisis 
			financiera que se gestó en el 2007, precisamente porque los bancos 
			quedaron al borde de la quiebra y debieron ser rescatados por los 
			estados para evitar la caída del sistema financiero. 
			Pero la ayuda no hizo más que echar a andar una crisis financiera 
			cíclica, y ahora bancos españoles, griegos y chipriotas reclaman 
			asistencia de los gobiernos nacionales que sacrifican a sus 
			ciudadanos recortando el gasto en servicios públicos básicos como 
			educación, salud e infraestructura. 
			Todo esto se hace para que los mercados financieros 
			internacionales sigan operando casi sin regulación, mientras los "banksters" 
			se asignan salarios principescos y bonos cuantiosos. 
			El 18 de este mes, Libération reveló que, en el 2011, solo cuatro 
			grandes bancos franceses pagaron a sus directivos 1 100 millones de 
			euros (más de 1 300 millones de dólares) en bonos. 
			La situación hizo que algunos dirigentes políticos reclamaran 
			nuevas regulaciones y controles para los mercados financieros. 
			El ministro de Economía de Francia, Pierre Moscovici, lanzó una 
			reforma del sector que apunta a separar a los bancos comerciales de 
			las instituciones financieras y a limitar los salarios de los 
			directivos. 
			Gabriel, del SPD, reclamó un tope de salario y de bonos y la 
			responsabilidad personal de presidentes, directores generales y 
			gerentes de bancos cuando las pérdidas sean causadas por 
			transacciones especulativas de alto riesgo. 
			Medidas similares fueron propuestas por la Comisión Independiente 
			para la Banca (ICB, por sus siglas en inglés), creada en el 2010 
			para reformar el sector y promover la competencia y la estabilidad 
			financiera. 
			Pero las ideas no fueron del todo consideradas por el nuevo plan 
			del gobierno para reestructurar el mercado financiero, anunciado a 
			principios de este mes, que, de todas maneras, no se implementará 
			hasta el 2019. 
			De hecho, la mayoría de las medidas discutidas en Alemania, 
			Francia y Gran Bretaña están incluidas en el acuerdo de Basilea III, 
			último pacto normativo internacional para reforzar y regular la 
			estabilidad y solvencia del sector financiero. 
			La nueva normativa del Comité de Supervisión Bancaria de Basilea, 
			todavía en discusión, será aplicada paso a paso a partir del 2013 
			con vistas a su total implementación en el 2019. 
			Economistas independientes sostienen que la demora en fijar 
			nuevos controles a un sector obviamente corrupto prueba la falta de 
			voluntad política de los gobiernos de llegar a la raíz del problema.
			
			Según el economista francés Paul Jorion, "tras cinco años de la 
			peor crisis financiera de la historia, todos los intentos para 
			regular los bancos y los fondos son letra muerta". 
			En cambio, "la Unión Europea y los gobiernos siguen dejando a sus 
			propios ciudadanos en la miseria total".