Los Hermanos Arango y las Estrellas del Folclor

Las fuentes originales y la gracia insular

PEDRO DE LA HOZ
pedro.hg@granma.cip.cu

El legado africano en la música cubana es inagotable e imperecedero, pero sus fuentes originales, con los años y los tiempos que corren, han debido sortear dos peligros: de una parte, la banalización aparejada a los usos turísticos y comerciales; de otra, la erosión derivada de quienes lo asumen como una instancia folclórica a ultranza, accesible únicamente a iniciados.

De izquierda a derecha, Eugenio, Cristina y Feliciano Arango.

Ni uno ni otro abismo se advierten, afortunadamente, en la producción Los Hermanos Arango y las Estrellas del Folclor (Bis Music, 2012), álbum y concierto audiovisual que reflejan uno de los más sensibles y fecundos acercamientos a esas fuentes en una doble vertiente: el testimonio y la permanente actualización.

Hay que dar crédito a quien afirmó que África, como unidad y destino común, comenzó a reconocerse en tierras caribeñas, al entrar en contacto en la plantación esclavista, las diversas etnias traídas a la fuerza para ser explotadas como mano de obra.

Los cálculos del demógrafo Juan Pérez de la Riva establecen que, desde el comienzo de la colonia en Cuba hasta la abolición de la esclavitud, fueron importados alrededor de un millón de esclavos procedentes de diferentes comunidades asentadas en su mayoría en África occidental.

Aquí se cruzaron y entrecruzaron, y a la vez, física y espiritualmente, se fundieron, junto a europeos, asiáticos y criollos, en el magma de la transculturación; sin embargo, son visibles ciertos hilos conductores que nos llevan al conocimiento particular de algunas de las huellas más profundas, aquellas que identifican la presencia de las culturas yoruba, conga y arará.

Ese fue uno de los puntos de partida del trabajo desarrollado por los Hermanos Arango, al retomar cantos y toques que a lo largo del tiempo han trascendido hasta convertirse en carne y sangre de la voz popular, más allá de las prácticas religiosas con que los esclavos y sus descendientes defendieron el territorio de su espiritualidad.

Otro bloque de arrancada se sitúa en uno de los más formidables complejos músico-danzarios que definen la cubanía: la rumba. Las tres variantes fundamentales del género —columbia, yambú y guaguancó— se expresan con sus denominadores comunes y sus diferencias.

Pero a este auténtico espectro sonoro no le podía faltar la impronta del jazz latino, inteligentemente dosificado, sobrepuesto con sobriedad en algunos temas, como para recordarnos que el encuentro de la corriente principal del jazz en los años 40 del siglo pasado, cuando el swing daba paso al bebop, provino de gente íntimamente vinculada a la santería, los cabildos, los coros de clave, las comparsas y las rumbas de solar.

A los Hermanos Arango —Feliciano, experto contrabajista, piedra angular de importantes agrupaciones cubanas de música popular y formaciones jazzísticas; Eugenio, percusionista y cantante recordado por su labor junto a Pablo Milanés; Ignacio, guitarrista que no es segundo de nadie; y Cristina, tecladista de ley—; no les interesó, sin embargo, ser protagonistas absolutos de la producción, a pesar de ser por sí mismos capaces de extraer y comunicar la enjundia de los materiales a interpretar.

Prefirieron sumar a portadores vivos del más entrañable linaje, como el venerable Goyo Hernández, quien lamentablemente no pudo ver el resultado final de la producción; los Aspirina —Luis Chacón, Miguel ángel Mesa y Mario Jáuregui—, sabios oficiantes de la tradición; y la singularísima Zenaida Armenteros, fundadora del Conjunto Folclórico Nacional y dueña y señora de las artes de Ochún.

Realizado por Enrique Carballea y Luis Najmías Jr., este último excelente director de fotografía, el concierto, registrado de arriba abajo en una sesión en los Estudios Abdala, sencillamente no tiene desperdicio. No hicieron falta efectos especiales ni aditamentos escenográficos para adornar lo que fue aconteciendo desde el tronco a la raíz.

En las voces, los instrumentos y los cuerpos de los Hermanos Arango y las Estrellas del Folclor, se condensa y expande la gracia insular.

 

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