Hoy en día, no hay excusa para no conocer la verdad sobre
Palestina. Incluso tomando la desinformación difundida en los medios
de comunicación, hay suficientes evidencias de un pueblo oprimido en
Gaza, en la Cisjordania y en Jerusalén Este, que nos obligan a hacer
preguntas. Ha sido considerable la ayuda de Internet. Donde una vez
Israel podía manipular la narrativa en los medios de comunicación,
ahora millones de personas pueden ver videos y leer los relatos de
testigos de la ocupación de Israel en toda su aterradora fealdad.
Las iniciativas mundiales, como las valientes flotillas de Free Gaza,
obligan a los medios de comunicación a informar de esta noticia,
aunque sea fugazmente. En consecuencia, la gente quiere ver por sí
misma lo que está sucediendo en Palestina y regresa con historias
que han sacudido la esencia misma de su ser.
Historias de las colas interminables de gente en los puestos de
control esperando el permiso de soldados armados que deciden si se
debe pasar; familias devastadas buscando el sentido en los escombros
que alguna vez fue su hogar mientras los bulldozers israelíes pasan
a la próxima demolición; los agricultores desconsolados doliéndose
por sus centenarios olivos y sus huertas convertidas en tierra
arrasada; los niños traumatizados se preguntan si el próximo misil o
bomba caerán sobre sus hogares, sobre los de sus familias o amigos;
ciudadanos aterrorizados esperando el sonido de los escuadrones del
ejército que vienen a arrestar a quien sabe quién en las primeras
horas de de la mañana, y la sombra de ese muro rapaz que los separa
del mundo y los aprisiona.
Y estos son sólo los signos evidentes de los planes del apartheid
de Israel a medida que avanza para consolidar un Estado
exclusivamente judío en una tierra que es el hogar de casi el mismo
número de palestinos más los millones en el exilio a la espera de
regresar a casa.
Las campanas de alarma deben sonar cuando esta información aún se
filtra a través del muro de silencio, mientras que nuestros líderes
políticos declaran eterna lealtad a Israel o arrogantemente lo
llevan como una medalla de honor o disfrutan de viajes pagados a
Israel. Y las campanas deben ser aún más alarmantes cuando los
informes documentados de crímenes de guerra de Israel esgrimidos por
los grupos de derechos humanos y las investigaciones oficiales son
virulentamente atacados y luego ignorados.
Pero el mundo carece de coraje. Las personas tienen miedo de que
las califiquen de antisemitas. Incluso los palestinos, que también
son semitas, a menudo tienen miedo de ser rechazados y más
desfavorecidos en los países que les dan refugio. No sólo la gente
teme repercusiones, también decir la verdad o sólo escucharla es una
manera de sacarlos de su vida de confort. Temen que sus conciencias
perturbadas les pidan actuar por lo que entierran sus cabezas en la
arena profunda, donde esperan incluso que los sonidos del silencio
puedan apagarse.
Este es entonces el desafío de los defensores de todo el mundo.
¿Cómo se puede hablar de empoderar a Palestina si ni siquiera se
puede hablar de Palestina con las personas que temen a los
poderosos?
A la vista de la saturación de los medios de comunicación
sionistas y las nuevas campañas "marca Israel", muchas personas que
quieren abogar por Palestina podrían sentirse derrotadas, pero una y
otra vez vemos que la libertad individual de hablar con el poder
puede ser enormemente eficaz. El fallecido académico e intelectual
público Edward Said, mostró más que nadie que los individuos pueden
hacer una diferencia en la defensa pública de Palestina. Él,
particularmente, vio la "resonancia de la voz del intelectual". De
hecho es tan poderosa que los intelectuales han sido sometidos a
todo tipo de campañas feroces contra su persona y sus posiciones por
hablar a favor de Palestina como lo había Said.
Por supuesto, uno no necesita ser un intelectual. Las palabras de
Said también son aplicables a cada uno de nosotros. Dijo que
evadirse era "reprobable" y lo describió de esta manera:
"Esa característica de alejarse de una situación difícil y de los
principios que sabemos que son los correctos, pero que usted decide
no afrontarlos. Usted no quiere parecer como demasiado político,
tiene miedo de parecer demasiado controvertido, usted necesita la
aprobación de un jefe o de una figura de autoridad, desea mantener
una reputación de parecer equilibrado, objetivo, moderado, su
esperanza está en… permanecer dentro de la corriente principal
confiable…", Representaciones del Intelectual [1].
Como intelectual, Said tenía su registro académico, su prestigio
profesional, su investigación y sus publicaciones para dar peso a
sus declaraciones, pero no requería menor valor que cualquier otra
persona para desafiar el paradigma aceptado. El reto surge del
conocimiento de la verdad, el valor surge de un compromiso con los
principios aún frente a la condena colectiva. Esto es tan cierto
como en contra de la andanada de mentiras sionistas, como para las
explicaciones convenientemente montadas por los que se acomodan a
los poderes establecidos para sus propios fines.
En 1993, cuando casi todo el mundo pensaba que los apretones de
manos en la Casa Blanca servirían para sellar los acuerdos
negociados en Oslo y para darles a largo plazo la libertad a los
palestinos y la paz en la región, Edward vio que esos acuerdos no
harían más que garantizar la cobertura a Israel para que continuara
su expansionismo colonial y consolidara su ocupación de Palestina.
Sin embargo sabía que criticar Oslo significaba de hecho una toma de
posición contra la "esperanza" y la "paz". Su decisión de hacerlo
también dio en la cara de la dirección palestina revolucionaria que
había optado por la estadidad.
Aunque Said fue denunciado por sus puntos de vista, no estaba
dispuesto a comprar el engaño que sabía que iba a dejar a los
palestinos sin la esperanza y sin la paz. Y como lo predijo, cada
año perdido para la construcción de la paz finalmente expuso la
horrible realidad de Oslo, cuando los palestinos se encontraron
víctimas de la matriz de control israelí, un término usado por el
activista israelí Jeff Halper en 1999 para describir la situación
[2]. Y esta dominación de un pueblo sobre otro, sin ninguna
intención de hacer frente a las injusticias de la limpieza étnica de
los palestinos en su patria, sin lugar a dudas ha reducido a Israel
a un Estado de apartheid.
Los palestinos han quedado sin nada por querer obtener algo
parecido a un Estado y se enfrentan a una amenaza existencial en
todos los frentes. Sin embargo, los intelectuales todavía hablan de
una solución de dos estados al unísono con los políticos, un mantra
que se repite sin sentido crítico, de manera engañosa, en los
principales medios de comunicación. Expertos de los medios sostienen
que es Israel quien enfrenta una amenaza existencial, pero se hace
evidente cada día que los palestinos no tienen ninguna oportunidad
frente a Israel, armado hasta los dientes con armamento nuclear y
convencional. Los palestinos nunca han tenido un ejército y no
tienen medios aceptables para combatir fuera de su propia
desposesión en curso y la ocupación de su patria. No es de extrañar
que la solución de dos estados se convirtiera en la panacea para la
lucha palestina por la autodeterminación.
Esta complacencia en una idea que ya lleva veinte largos años se
ha visto socavada por los sonidos furiosos de taladros y martillos
retumbando en los asentamientos ilegales en toda la Ribera
Occidental y Jerusalén Oriental y por las rupturas catastróficas de
la sociedad planificadas como una ingeniería en Gaza. Ahora, esos
sonidos son amortiguados por la retórica de la "paz económica", la
"consolidación institucional", la "democracia", "seguridad interna"
y la "estadidad". Estas palabras deben ser impugnadas en cada
oportunidad, porque no son solamente las palabras, sino que además
son conceptos peligrosos cuando están aislados de la verdad sobre el
terreno.
Es inútil hablar de "paz económica", si usted no puede entender
que los polígonos industriales construidos para los trabajadores
palestinos están destinados a proporcionar a Israel mano de obra
esclava y bienes económicos. Es inútil apoyar la "consolidación
institucional" cuando Israel sigue socavando y obstruyendo los
programas que ya están luchando para dar servicio a la sociedad
palestina. Es una mentira hablar de "democracia" cuando las
elecciones justas en 2006 dieron a Israel y al mundo la posibilidad
de negar a Hamás el derecho a gobernar. Es una farsa aceptar la
"seguridad interna" armando y entrenando a los palestinos para
asegurar cobertura para que Israel y los Estados Unidos continúen
con el mismo esquema. Es hueco hablar de la "estadidad", cuando
Israel sigue robando la tierra y construyendo asentamientos ilegales
que privan a los palestinos de sus hogares y sus medios de
subsistencia, mientras los aglutinan en guetos aislados y
amurallados.
Lamentablemente, Edward Said tenía razón.
Ahora es nuestro turno de hablar con la verdad y actuar sin
miedo, a pesar de la censura que probablemente encontremos. Se cree
que el filósofo alemán Arthur Schopenhauer dijo que la verdad pasa
por tres etapas: "En primer lugar, es ridiculizada, en segundo
lugar, se opone a ella violentamente y en tercer lugar se acepta
como evidencia por sí misma".
Hoy en día, estamos en la tercera etapa: los 11 millones de
palestinos, ya sea que vivan bajo la ocupación, como ciudadanos de
segunda clase en Israel, como refugiados apátridas o de otra manera
en la diáspora, son la verdad viviente. Ese es el talón de Aquiles
de Israel e Israel lo sabe.
Los palestinos ya no son los humildes pastores y agricultores que
las fuerzas sionistas aterrorizaron para que huyeran para dar paso
al Estado judío de Israel. Una nueva generación quiere justicia y lo
está exigiendo con elocuencia, de forma no violenta y
estratégicamente. Su mensaje es que no hay relaciones normales con
Israel, mientras oprime a los palestinos, niega sus derechos y viola
el derecho internacional. Y los boicots, desinversiones y sanciones
son las herramientas legítimas para cuestionar un Estado que reclama
la excepcionalidad y comete acciones extremas y criminales para
asegurarse esa posición.
La gente, por supuesto, siempre está tentada de optar por el
camino de menor resistencia, especialmente cuando simplemente no
puede sentir empatía por aquéllos que han sido tan exitosamente
distorsionados y satanizados por los medios de comunicación
occidentales. Sin embargo, el mundo está cambiando, y poco a poco la
gente se está dando cuenta que ellos también son vulnerables, que
las sociedades occidentales empiezan a desmoronarse bajo el peso del
poder del gobierno, que está creciendo rápidamente fuera de control
sin ningún tipo de controles o contrapesos. Los derechos humanos
universales y los principios del derecho internacional humanitario
que una vez fueron el pilar de nuestras democracias se han dejado de
lado en la estampida para librar la "guerra contra el terror" y
pocos han sido lo suficientemente valientes como para desafiar el
sistema actual.
De hecho, es posible para todos nosotros "deshacernos de las
virtudes" [3], las cosas que el profesor de la Universidad de
Melbourne Ghassan Hage dice que se encuentra en esos momentos
utópicos que surgen cuando desafiamos a nuestros propios
pensamientos, temores y prejuicios. En ese espacio se encuentra el
poder sin explotar cuando tratamos de decir la verdad sin temor ni
engaños. En ese espacio se encuentra el potencial para el cambio
político. En ese espacio siempre estarán aquéllos que se resisten y
defienden a Palestina frente al poder.
(Tomado de Rebelión)