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En el centenario de la masacre de
los Independientes de color
La construcción espiritual de la nación se fragua en una unidad
real
MIGUEL BARNET *
La maldita circunstancia del agua por todas partes, uno de los
versos más dramáticos de la poesía cubana que encabeza el poema La
Isla en peso de Virgilio Piñera, vale para iniciar estas palabras
con una paráfrasis: la maldita circunstancia de la sangre por
todas partes. Agua que nos asfixia y libera, y sangre que desde
la época de la conquista y la colonización se derramó en nuestro
suelo para abonar la independencia de la nación.
Sangre aborigen, sangre esclava de cimarrones que a la atadura de
su primer yugo se sublevaron en montes y cuevas; sangre de
conspiraciones como la de José Antonio Aponte, la de Carlota en
Triunvirato, la Escalera y otras más; sangre valiente vertida en
tres contiendas sucesivas, sangre de los alzados que empuñaron el
machete, el revólver o la tercerola para derribar los muros de la
ignominia y la discriminación. Sangre de los rebeldes en montañas y
llanos para derrocar la dictadura batistiana y alcanzar la plena
libertad de la Patria.
Nacida de múltiples contradicciones la nación cubana, desde su
etapa primigenia, estuvo marcada por la sangre. Y es de un hecho de
sangre de lo que vamos a hablar.
Pesa y avergüenza, como dijera José Martí, el pasado del que no
se habla. Y es a esa triste y ominosa página de nuestra historia, a
ese pasado, a lo que nos vamos a referir. Página que fue escamoteada
en la república plattista y mediatizada y a cuya sombra quedó
sepultado uno de los crímenes mayores que acontecieron en la isla y
que aún hoy queda sin su justa vindicación.
Seguramente la más atroz masacre llevada a cabo por el poder
hegemónico y su casta militar a un numeroso grupo de cubanos que
aspiraban a ver sus ideales de justicia consumados en un partido, el
de los Independientes de Color, fundado en 1908, cuya plataforma
política y social fue la más avanzada de su época en este país.
El objetivo de esos hombres, en su inmensa mayoría negros y
mambises, algunos con grados de oficiales, fue derogar la
controvertida Enmienda Morúa, que prohibía todo partido que fuera
creado por motivo de raza, nacimiento, riqueza o título profesional.
El Senado aprobó la Enmienda y se produjo la protesta armada.
Las masas negras clamaban por sus derechos civiles y por la
verdadera igualdad que le había sido arrebatada por los partidos
políticos de liberales y conservadores.
José Miguel Gómez, tiburón que se baña pero salpica, ejercía la
Presidencia de la República con visos demagógicos y tácticas
populistas. Era un liberal de gabinete, pero en lo más íntimo de sus
fueros, un racista consumado que combatió a los líderes del
alzamiento y a sus seguidores con todas sus mañas y su poder
militar.
Se alzaron, sí, el 20 de mayo de 1912, en varios lugares de la
Isla, sobre todo en la zona oriental.
No me toca a mí reconstruir los hechos que ya se han develado de
esa oscura y dolorosa zona de nuestra historia. Ahí están los textos
iniciales de Serafín Portuondo Linares, Pedro Deschamps Chapeaux,
Jorge Ibarra, Silvio Castro, Tomás Fernández Robaina y otros más
recientes.
La ocupación
norteamericana alimentó los más espurios sentimientos racistas
La memoria colectiva, el imaginario popular, recuerda esos
acontecimientos con imágenes contradictorias e interpretaciones
fantasiosas y demoníacas, pero siempre con profundo sentido trágico.
Los nombres de Pedro Ivonet y de Evaristo Estenoz, las más
connotadas figuras de la Protesta, están inscritos en nuestra
historia social con tinta de sangre.
Oficiales ambos de la Guerra de Independencia, empuñaron las
armas y reunieron a cientos de cubanos en el alzamiento o la
insurrección, como queramos llamarle.
"A mi mando, le escribe el General Pedro Ivonet al
Presidente José Miguel Gómez en carta fechada en su cuartel de
campaña, el 22 de mayo de 1912, tengo cuatro mil independientes
de color, y que no son todos Independientes, ni son todos negros,
pues también hay blancos¼ ".
El terror se impuso en los campos de Cuba.
Los hombres del Ejército Permanente creado por el presidente
Gómez, sobre todo el sanguinario general José de Jesús Monteagudo y
su soldadesca, sembraron el pánico y como expresa Silvio Castro en
su libro La Masacre de los Independientes de Color,
Monteagudo mismo reconoció que "en las batallas era imposible
precisar el número de muertos, porque los combates, le
escribe al Presidente, han degenerado en una carnicería dentro
del monte".
La prensa de inmediato se hizo eco de la rebelión.
Calificativos como forajidos, facciosos o criminales fueron los
más comunes aplicados a los alzados. Rumores totalmente falsos de
saqueos, mujeres blancas violadas, desmanes inimaginables se
propagaron en publicaciones periódicas.
La coyuntura propició que la Constitución de 1901, que proclamaba
la igualdad jurídica y social, fuera burlada.
El general norteamericano Leonard Wood, exgobernador de la Isla
de Cuba, declaró ante el Senado de los Estados Unidos: "Muchos de
los actuales cubanos son el resultado de matrimonios entre negros y
representantes del viejo tronco cubano y tales matrimonios producen
una raza inferior".
La ocupación norteamericana alimentó los más espurios
sentimientos racistas y la prensa oficial no ocultó su postura
cómplice.
Tal situación creó un ambiente en gran parte de la población
blanca totalmente desfavorable hacia cualquier reacción de la
llamada raza de color.
La desventaja de los alzados era abismal con relación al poder
militar. La semilla del racismo, sembrada desde la esclavitud,
germinó una vez más. Balance necesario y portavoz de los humildes lo
fue el periódico Previsión, órgano del Partido Independientes de
Color. En él y con inspiración maceísta Evaristo Estenoz argumentó :
"La libertad no se pide, la libertad no se mendiga, se conquista
y el derecho, no se despacha en ningún establecimiento, el derecho
se ejercita¼ ". Y continuaba en otro texto: "Errará quien
piense que es posible conservar instituciones viejas en pueblos
modernos y hollar a mansalva el derecho ajeno, resguardado por la
fuerza brutal de las bayonetas".
Más adelante, como apunta Silvio Castro en su libro, el periódico
Previsión decía en un artículo: "El noble propósito que
informa nuestra propaganda no es ni debe ser torcido por nadie, no
venimos a impedir la labor de ningún partido, ni a coartar la libre
aspiración de ninguna personalidad en el ejercicio de un libre
derecho que nos otorga a todos la Constitución¼ ¿Somos los cubanos
de hecho y de derecho ciudadanos de una república democrática o no?
¿Tenemos iguales derechos los nacidos en Cuba a sentirnos libres,
respetuosos y respetados en el orden político?".
"Creemos que nadie se atrevería a decir que no. El día en que en
este país todos los nacidos en él puedan ser todo lo que haya que
ser, desde Primer Magistrado de la Nación, hasta el último
barrendero, entonces y solo entonces empezará a brillar la aurora
republicana para este miserable pueblo". Previsión que repetía
el ideario martiano de que "el hombre no tiene derecho especial
porque pertenezca a una raza u otra; dígase hombre y ya se dicen
todos los derechos".
Solo con la Revolución
Cubana de 1959 se produjo la verdadera ruptura con el pasado
Nadie pretende a estas alturas tapar el sol con un dedo y mucho
menos la historia.
El Partido cometió errores tácticos y sacarlos fuera de contexto
constituye un delito de lesa cultura política. Pero fue sin dudas
una válvula de escape inevitable para las inquietudes e ideales de
justicia y vindicación de las mujeres y los hombres negros de la
Isla y sus aliados, donde, como ya vimos, se hallaban también
blancos y hasta españoles.
La rebelión, como aclaran muy bien los historiadores, liquidó al
Partido y produjo una fisura profunda en la arteria más sensible de
la sociedad cubana. Pero fue un brote de rebeldía que sirvió de
aleccionador escarmiento al poder hegemónico que relegó a los negros
al más bajo estrato de la sociedad, sin reconocer la escala de
valores dictada por la medida de sus talentos y de sus méritos.
Instalada la militarización se produjo el holocausto. Ya no
quedaba espacio para la reflexión ni para las consideraciones
políticas. El pensamiento cedió lugar a la barbarie.
Los líderes fueron asesinados vilmente, la matanza se extendió
por todo el país. Y quedó en la tierra que los mambises habían
anegado con su sangre, una mancha oculta como un palimpsesto que
revela hoy una de las más crueles y despiadadas violaciones de los
derechos humanos en nuestro continente.
Cabría entonces hacerse algunas preguntas. ¿Por qué las
autoridades norteamericanas de la segunda intervención aceptaron
legalizar el partido de los Independientes de Color cuando una
agrupación política similar hubiera sido impensable en los Estados
Unidos? ¿Fue acaso una trampa para dividir las fuerzas que en Cuba
luchaban por la justicia social? La masacre de los Independientes de
Color es una prueba fehaciente de lo que hubiera sido aquella
república si la intervención norteamericana se hubiera perpetuado.
República que, salvo excepciones de algunos patricios, era ya muy
vulnerable y sus dirigentes hacía rato habían traicionado los
ideales de José Martí y Antonio Maceo.
"Los sucesos de 1912 sacaron a la luz al racismo en todas sus
modalidades, desnudo y con escándalo" expresa Fernando Martínez
Heredia en su texto Protestas armadas e Independientes de Color
y continúa: "El racismo culto que sueña con blanquear a Cuba, que
permite al colonizado alternar y consumir un turno como si fuera
colonialista¼ más allá de la cuestión racial también nos dice mucho
de la sociedad republicana organizada durante la pos revolución a
inicios del siglo pasado".
Hace unos años, en un Congreso de la UNEAC, Fidel Castro explicó
con una profundidad meridiana que barrer las bases institucionales
del racismo no significaba extirparlo de las conciencias y que
ofrecer igualdad de oportunidades no solucionaba desventajas y
desigualdades heredadas.
Solo con la Revolución Cubana de 1959 se produjo la verdadera
ruptura con el pasado.
Los contenidos se alteraron, los valores se invirtieron.
Los humildes ejercieron la plenitud de la esperanza y las
acciones han podido más que las palabras. En la batalla contra la
discriminación racial y los prejuicios estamos comprometidos todos
como garantía de un futuro digno para las nuevas generaciones.
La construcción espiritual de la nación se fragua en una unidad
real y democrática que constituye la fuerza principal con que cuenta
nuestro proceso revolucionario.
La Comisión José Antonio Aponte de la Unión de Escritores y
Artistas tiene entre sus prioridades la de fortalecer con acciones
concretas los principios de esa unidad, en foros académicos, medios
masivos de comunicación y asambleas de participación colectiva.
La cultura de origen africano, heredada de la oprobiosa
esclavitud, y transculturada es hoy un elemento esencial de la
identidad nacional.
La masacre de los Independientes de Color esparció sangre noble
por todos los confines de la Isla pero no fue en vano.
A cien años de esos desgarradores acontecimientos, podemos
afirmar que el legado está ahí, como muestra del rechazo al
hegemonismo colonial y a la discriminación racial y como cimiento de
la nación.
* Discurso pronunciado el 18 de julio del 2012 en
el Parque Central. |