Al
niño Omar al Qurabi le arrebataron su infancia. Con solo cuatro años
lo han entrenado para articular frases que apenas sabe qué
significan. Se ha convertido en toda una figura mediática, como
vocero de una sublevación que no comprende. Es testigo y víctima de
un juego de tronos importado desde el exterior.
Omar es el "representante" más pequeño de los grupos armados
opositores de Siria. Rodeado de cientos de sublevados, conquista a
la multitud con gritos bélicos que incitan a la muerte misma: ¡Assad
debe morir! ¡Ejecuten a Assad! ¡Fuera!
Los opositores dicen que su madre fue asesinada, y que su padre
es un prisionero del Gobierno. Sin embargo, nadie puede confirmar si
fue debido a los ataques terroristas, o al fuego cruzado entre los
sublevados y el ejército que defiende la ciudad. Lo cierto es que
están utilizando la inocencia connatural de un niño para ganar
adeptos y jugar con la sensibilidad de las personas.
Omar permanece escondido en Egipto, donde lo han convertido en un
icono de la oposición siria. Incluso le han hecho su propio perfil
en la red social Facebook, para mantener la campaña de descrédito
contra el Gobierno sirio. Mientras, su cuenta en el portal de videos
Youtube la mantienen actualizada casi diariamente con imágenes
donde, rígido y con una posición de adulto, lanza consignas
amenazantes y estimula a seguir la lucha.
Pero Omar no es el único, en la ciudad de Homs abundan los
niños-portavoces. Al parecer, a sus padres no les preocupa enviarlos
a las manifestaciones. No temen por sus vidas. Simplemente, les
castran la niñez en su propio beneficio, cohibiéndolos de su
inocencia, obligándolos a ser pequeños voceros de la guerra. (Luis
E. López Domínguez)