SERGIO ALEJANDRO GÓMEZ
El
rescate de Bankia, una de las cuatro mayores entidades financieras
de España, ha salido más caro que poner una pica en Flandes. El
Gobierno pretende inyectar cerca de 24 mil millones de euros para
sanear las cuentas de ese banco, uno de los más involucrados en la
especulación del sector inmobiliario.
Si entre los siglos XVI y XVII la Corona Española envió miles de
costosos piqueros a contener la rebelión de las provincias que hoy
conforman los Países Bajos, entonces parte de su imperio; el
Ejecutivo de Mariano Rajoy intenta impedir con la intervención de
Bankia, junto con otras de menor cuantía, una debacle de las
finanzas ibéricas que arrastre consigo a toda la eurozona.
Ahora, como hace 300 años, el costo de la operación parece
superar con creces los beneficios.
El anuncio a comienzos de junio de que Bankia necesitaría 19 mil
millones extras para librarse de sus cuentas en rojo —que se
sumarían a los 4 500 millones que ya había puesto el Estado en su
matriz, el Banco Financiero y de Ahorros (BFA)—, fue uno de los
detonantes para que España solicitara a la Unión Europea (UE) un
rescate de hasta 100 mil millones de euros destinado a su banca.
Mucho se especuló sobre de dónde vendrían los fondos para
arreglar el desastre de la especulación financiera, principalmente
la relacionada con el sector inmobiliario, pero finalmente Rajoy se
vio obligado a lanzar un S.O.S. a sus socios europeos.
A finales de junio, desembarcó en la cumbre de Bruselas con un
solo objetivo en mente: lograr la recapitalización directa de sus
bancos por parte de la UE y sin intervención del Estado. Contra los
pronósticos de los analistas, el grupo de los Veintisiete dijo que
sí.
Pero la euforia se desvaneció cuando se supo que ese tipo de
rescate deberá esperar por que el Banco Central Europeo tome el
control sobre las finanzas de la eurozona y cree un ente regulador
independiente, así como por la puesta en marcha del Mecanismo
Europeo de Estabilidad (MEDE), sustituto permanente del Fondo
Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF), que tiene carácter
temporal. Fue un cubo de agua fría saber que esos cambios demorarían
más de un año, toda una eternidad para España.
Por lo tanto, al menos el primer tramo de los 100 mil millones
prometidos llegará por la ruta FEEF-Estado español, representado por
el Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB). Así, todos
los españoles se convertirán en garantes de la deuda de los bancos y
el dinero que llegue al país engrosará la deuda y el déficit
público.
Además, como se ha hecho ley en el Viejo Continente, nadie
consigue ayuda sin dar algo a cambio. En este caso, fue el
sacrificio de toda la ciudadanía en forma de un recorte de 65 mil
millones de euros, el mayor destrozo al gasto público en la historia
de España.
El Ejecutivo de Rajoy intentó ocultar hasta último momento las
exigencias de Bruselas y no se cansó de repetir que serían menos
duras que las impuestas a Irlanda, Portugal y Grecia. Pero la verdad
resultó ser muy distinta.
El tajazo de 65 mil millones implica nuevas afectaciones a
sectores claves como salud, educación y empleo, así como un aumento
del Impuesto al Valor Agregado (IVA) del 18 al 21 %, a pesar de que
en su campaña proselitista el representante del Partido Popular (PP)
prometió no tocarlo.
Estas nuevas medidas llegaron como una chispa en un polvorín y
los españoles han salido una vez más a las calles a reclamar sus
derechos.
En medio de las protestas por los duros recortes a los que se
someterán los ciudadanos, muchos comienzan a preguntarse quiénes son
los beneficiarios de sus sacrificios.
Y es aquí donde el ejemplo de Bankia, que será uno de los mayores
beneficiados por el rescate público, resulta ilustrativo de "la gran
estafa" que orquestan la clase política tradicional y la oligarquía
financiera.
Bankia surgió en el 2010 tras la creación del BFA —una mega
entidad financiera resultante de la fusión de Caja Madrid, Bancaja y
otras cinco cajas de ahorro de menor tamaño— y su objetivo era
gestionar negocios puramente bancarios. Pero en medio de la vorágine
de la especulación no tardó en hartarse de activos tóxicos
provenientes del sector de la construcción.
El último balance de cuentas, presentado por su actual presidente
José Ignacio Goirigolzarri hace un mes, arrojó que Bankia posee más
de 40 mil millones de activos basura, más del doble que cualquier
otra entidad financiera española. Una bomba de tiempo que está ahora
en manos públicas.
Los mercados de valores no fueron indulgentes. Las acciones de
esa entidad perdieron más de un 70 % de su valor desde su
introducción en bolsa hace apenas un año, pasando de 3,75 euros a
menos de un euro actualmente.
Con este descalabro no solo se afectaron grandes millonarios,
sino también personas comunes y corrientes que convirtieron sus
ahorros de toda la vida en acciones para lograr supuestos
beneficios. Ese fue el caso de Elizabeth González, quién según El
País perdió decenas de miles de euros, "más de lo que había
ganado en diez años". "Vengo a buscar lo que me robaron. Siento
vergüenza por mi país", aseguró durante una protesta protagonizada
por cientos de personas en su mismo caso frente a la sede de Bankia.
Mientras, los verdaderos responsables de la catástrofe por la que
pagarán todos los españoles permanecen impunes. Rajoy ha intentado
por todos los medios evitar un "Bankiawate", pues los hombres claves
de este caso están muy vinculados al PP. Rodrigo Rato, el último
director de Bankia antes de su nacionalización, fue vicepresidente
económico en el Gobierno de José María Aznar, y Miguel Blesa,
exresponsable de Caja Madrid, es amigo personal del exmandatario
conservador.
Sin embargo, ante la denuncia de algunos partidos políticos como
Izquierda Unida, los sindicatos y el Movimiento 15-M, la Subcomisión
de Economía del Congreso envió recientemente una citación para que
los próximos 24 y 26 de julio estos personajes, junto a otra docena
de implicados, den la cara ante la opinión pública.
La guerra contra los Países Bajos duró ochenta años, causó miles
de muertos y se gastaron toneladas de plata y oro americanos. Al
final, el rey Felipe IV reconoció la independencia de las provincias
y salió de allí derrotado y en bancarrota. La historia de Bankia y
la resistencia del pueblo español ante la estafa que se le quiere
cometer todavía no está escrita.