"Mis
vacas jamás han brincado una cerca". Enrique Oria Pérez lo dice
mientras, entre arroyuelos y barrancos, nos adentramos en los muchos
"porqués" que tienen que ver con el tema de la ganadería.
Enriquito Oria, como se le conoce en todo el municipio avileño de
Florencia y en muchas otras partes de Cuba, narra su vida, que en
lenguaje guajiro es la vida de su finca y sus animales. "De aquí no
salgo a nada", comenta en el mismo momento en que, en sentido
contrario, viene Pradera, una vaca a la que le cuesta trabajo
transportar su ubre.
"Ves, esa es de las mejores. Me da entre 10 y 12 litros en un
solo ordeño", dice con sonrisa placentera. Y continúa con una
locuacidad atípica para muchos guajiros, sobre todo a la hora de
hablar con la prensa.
En primavera todas las vacas dan leche. Me hubiera gustado
tenerlo acá en la sequía, cuando estas lomas se ponen feas de verdad
y hasta cambian el verde intenso por un color amarillento pálido que
a nadie le gusta, mucho menos a nosotros los ganaderos.
Hace apenas unos meses, en febrero pasado, cuando las nubes
grises amenazaban con ensanchar el cauce de los arroyos, Adolfo
Rodríguez Nodals, al frente del Grupo Nacional de la Agricultura
Urbana y Suburbana, otorgó la triple corona a esa finca
perteneciente a la Cooperativa de Créditos y Servicios Macario
Guevara. Dicho reconocimiento ha sido el único del país otorgado
hasta ahora a una finca netamente ganadera.
"Cuando te decía que mis vacas jamás han brincado una cerca es
porque no tienen necesidad, si aquí ellas tienen un bosque de
comida, lo mismo en la primavera que en la seca".
En cuartones a ambos lados de una manga (especie de corredizo por
donde transitan los animales), entre tierra y cercas bien cuidadas,
aparece lo que motivó el elogio de Adolfo Rodríguez Nodals y su
grupo.
"Tengo 12 variedades de pastos, entre las que destacan tres de
king grass, incluido uno morado; también Pasto Estrella, Marandú,
Pasto Mulato, y Guinea de Tanzania, que sembré a golpe de piocha,
entre otros. Siempre con la ayuda de Nené Naranjo".
Su esposa de toda la vida, María del Carmen Pérez García, quien
oye la conversación, asegura en broma que no le perdona el olvido. Y
no le falta razón, porque ella es parte de la retaguardia, y asegura
el almuerzo en casa, la merienda y la atención a los animales de
corral, que no son pocos. Tras la oportuna aclaración por parte de
María, Enriquito suelta la frase que no debió omitir: "ella es mi
corazón y mi mano derecha".
Y continuó con el tema de la alimentación. " Creo que muchos
ganaderos, y también las empresas estatales, no se preparan para la
etapa de sequía. Cuando falta el alimento, las vacas casi no se
preñan, las ubres se desinflan y es difícil llenar las cántaras. Mis
animales caminan poco y comen mucho. Yo preparo el terreno para
tener suficiente comida cuando lleguen las nubes sin agua. Hasta
contra los incendios uno tiene que tomar medidas, con las trochas
cortafuegos".
Enriquito es un caso curioso, asegura no gustarle la inseminación
artificial: "Tengo dos toros de pura raza y ambos serán
protagonistas de los aproximadamente 42 mil litros de leche que
saldrán de aquí, y eso que ahora solo tengo en ordeño 26 vacas, pero
pronto se me incorporarán otras que ellos también preñaron".
Con sombrero de paño y camisa de cuadros, se define como un
hombre trabajador, buen padre y esposo, que solo le reprocha a sus
hijas no haberle dado el varón que, a lomo de caballo, ande tras las
vacas¼ y las ordeñe, para que siga una
tradición ganadera que se remonta a más de 100 años.