Precisamente cuando celebramos hoy el Día Mundial de la Población
—fecha instituida desde 1989 por el Consejo de Administración del
Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD)—, esa
interrogante adquiere mayor connotación, en un contexto
internacional marcado por crisis, golpes y huelgas.
Como señala el Informe del Estado de la Población Mundial 2011,
analizado desde la óptica de personas de nueve países (China,
Egipto, Etiopía, Finlandia, India, México, Mozambique, Nigeria y
Macedonia), "el hito de los 7 mil millones va acompañado de éxitos,
reveses y paradojas". Y así es, sobre todo de estas últimas.
Aunque, como promedio, la tendencia actual evidencia una
disminución de los partos, en comparación con los reportados en los
años sesenta, la cifra de habitantes continúa in crescendo.
Nunca antes se tuvo fe de tantos jóvenes y ancianos como ahora: se
registra un 50 % del total mundial con menos de 24 años, mientras
otro 13 % sobrepasa los 60.
La existencia de altas tasas de fecundidad en algunos de los
países más pobres, en contraste con lo que sucede en los más ricos,
donde se produce un déficit de personas que ingresan en el llamado
mercado laboral, pone en jaque "las perspectivas de crecimiento
económico sostenido y la viabilidad de los sistemas de seguridad
social".
La migración, por su parte, constituye —a opinión de numerosos
expertos— una de las cuestiones definitorias del actual siglo,
debido al flujo constante de nativos que salen de sus países en
búsqueda de prosperidad, ya sea profesional o económica.
Otro tema medular lo constituye el hecho de que el incremento
demográfico es directamente proporcional con la necesidad de
producir más alimentos. Empero, cada vez son más las personas que
migran del campo hacia la ciudad; al tiempo que se generaliza una
tendencia ascendente a la importación de productos agropecuarios,
mientras las agroexportaciones se concentran progresivamente en unos
pocos países y en las mismas transnacionales de siempre.
Datos oficiales de la Organización de Naciones Unidas para la
Agricultura y la Alimentación (FAO) revelan que una de cada siete
personas en el mundo padece desnutrición por carecer de medios para
producir u obtener los productos alimenticios que necesita, cuando 1
300 millones de toneladas de estos —un tercio de la producción
mundial destinada al consumo humano— se pierden o desperdician.
Los pasos dados con vistas a reducir la pobreza extrema distan
mucho todavía de las posibilidades reales de eliminar la pronunciada
brecha entre ricos y pobres, situación a la que se incorpora otro
agravante: el fenómeno de "extralimitación ecológica".
Para tener una idea de su dimensión, analicemos una realidad
latente y a la vista de todos: la Tierra necesita alrededor de 17
meses para regenerar lo que consumimos en un año. Sin embargo, los
ritmos actuales de consumo superan los periodos de recuperación que
requiere la naturaleza, en un mundo donde los cinco países más ricos
consumen 66 veces más recursos que las cinco naciones de mayor
pobreza.
Ante tales circunstancias, cabe preguntarse si la humanidad está
en condiciones de asumir el presente crecimiento demográfico con
semejantes disparidades. Lógicamente, no.
Es preciso que varios de los 179 países firmantes del Programa de
Acción de la Conferencia Internacional de Población y Desarrollo
—celebrada en 1994 en El Cairo, Egipto— desengaveten los acuerdos
suscritos sobre la igualdad de género y oportunidades de acceso a la
salud, entre otros temas de prioridad que siguen amenazando la
supervivencia de nuestra especie y que han quedado en "letra muerta"
para no pocas naciones. Falta también que quienes no firmaron ese
consenso general cambien el rumbo de políticas destructivas que,
"viento en popa", parecen llevar a nuestra especie rumbo al
iceberg de la autodestrucción, ese que mencionaba Fidel en la
Cumbre Sur, celebrada en La Habana en abril del 2000.
Ante convenciones y tratados que se quedan en el discurso de
muchos gobernantes, pero que poco han avanzado en la praxis,
y frente a las coyunturas actuales, donde crece la barbarie al mismo
ritmo que la población mundial, una interrogante se impone: ¿será
que regresa el hombre primitivo o que se desinhibe, a velocidad
preocupante, lo más primitivo del hombre?
A escala global se espera que en el 2025 la India complete la
cifra de 1 460 millones de pobladores, convirtiéndose en el país más
populoso de la Tierra, por encima de China. Se prevé también que, en
el 2050, la población mundial alcance los 9 300 millones de
personas, con Asia aún a la cabeza de los continentes más poblados.
Disímiles son los desafíos. Pero no es cuestión de esperar cada
11 de julio para debatir sobre los problemas de la población
mundial. Se impone repensar el hoy para solucionar las principales
problemáticas que nos afectan y, consecuentemente, diseñar un mañana
más justo y con oportunidades para todos.
Integración, colaboración e igualdad necesitan convertirse en la
fórmula infalible para la salvación de nuestra especie. Ahí está,
sin duda, el reto mayor.