La
inauguración este jueves en Londres del rascacielos más alto de
Europa, una torre de vidrio de 310 metros de altura, ha dado lugar a
una controversia entre sus defensores y quienes critican su elitismo
o sus efectos visuales sobre el patrimonio arquitectónico.
El ‘Shard’, nuevo "icono" de la ciudad, según los promotores
inmobiliarios que impulsaron su construcción, estará listo justo
antes del inicio de los Juegos Olímpicos en la capital del Reino
Unido, 12 años después de lanzarse el proyecto.
Para el presidente de la empresa promotora Sellar Property,
Irvine Sellar, el edificio de 95 pisos que ofrece al público una
vista panorámica de 360º se convertirá en una atracción turística de
Londres, "como el Empire State" en Nueva York.
Inicialmente, se había previsto que el nuevo rascacielos,
diseñado por el arquitecto italiano Renzo Piano y construido por el
grupo inmobiliario Sellar, fuera inaugurado en 2011 en la orilla sur
del Támesis, cerca del Puente de Londres (el ‘London Bridge’ en
inglés).
No obstante, la concreción de este proyecto de 450 millones de
libras (unos 560 millones de euros) fue relativamente complicada, en
particular tras la última gran crisis financiera.
En 2009, Catar, dueño de varios edificios de la capital
británica, además de la famosa tienda Harrods, posibilitó la
finalización de las obras, al convertirse en accionista mayoritario
(95%).
Por eso, el primer ministro catarí participará en la celebración
del jueves, junto con el príncipe británico Andrés.
No obstante, pese a ser el más alto de Europa, el Shard es mucho
más bajo que el mayor rascacielos del mundo, el Burj Jalifa de Dubái
inaugurado en enero de 2010, que tiene 828 metros y 200 plantas.
Además, para vivir en él se necesitará disponer de importantes
sumas de dinero.
Así, las alrededor de diez viviendas que se encuentran entre los
pisos 53 y 65, las más altas de Gran Bretaña, habrán de venderse por
lo menos a 30 millones de libras esterlinas y podrían llegar hasta
50 millones de libras (entre 43 y 62 millones de euros), según datos
proporcionados por los medios de comunicación británicos.
Para The Guardian, el Shard es una "metáfora perfecta del Londres
de hoy", una ciudad cada vez más "peligrosamente dependiente de
inversores que buscan obtener ganancias rápidamente", en la que las
desigualdades sociales son cada vez mayores. "Es caro, desconoce los
límites y está principalmente en manos de capitales extranjeros",
estimó el diario.
Su construcción también dio lugar a críticas de defensores del
patrimonio, como la asociación English Heritage, que considera que
"se encuentra en un mal lugar" y menoscaba la vista sobre la
catedral de San Pablo que las disposiciones vigentes obligan a
proteger.
La UNESCO también estimó que el nuevo edificio perturba "la
integridad visual" de la Torre de Londres, la cual está inscrita en
la lista del patrimonio mundial de esta organización de la ONU.
Resumiendo la controversia, un periodista del periódico The
Observer estimó que el Shard "es elegante, está en un mal lugar, es
una de esas torres que el mundo envidia, y es una fortaleza para los
más ricos", entre otras cosas.