TEGUCIGALPA, 29 junio.— La violencia que sacude a Honduras cobró
la vida a más de 50 taxistas desde finales del 2011 hasta la fecha,
en una espiral que hace diana hoy en ese necesario y socorrido
servicio.
San Pedro Sula y esta capital son las ciudades con mayor cifra de
asesinatos, atribuidos en parte al empleo de esos vehículos para
traficar drogas o cometer asaltos y a la negativa de los conductores
a pagar extorsiones.
Opiniones de transportistas publicadas por el diario La Prensa
apuntan a que el desembolso a las pandillas es una práctica de años
atrás y gravita en la economía personal y la tranquilidad para
trabajar.
Dirigentes gremiales admiten que guardan silencio ante esos
abusos por temor a las represalias y se limitan, en las asambleas, a
señalar los problemas con los viales y los gravámenes de las
municipalidades.
Para contrarrestar los asaltos, que son otro de los riesgos para
los taxistas, se limitan los viajes, sobre todo en horario nocturno,
hacia los puntos considerados calientes.
Los llamados impuestos de guerra se extienden también a pequeños
negocios, algunos de los cuales han sido abandonados por sus dueños
ante el acoso de los delincuentes.