En su Declaración de Principios, el Partido de la clase obrera
señalaba la necesidad de suprimir la explotación del hombre por el
hombre, propia del capitalismo, y su remplazo por una sociedad
comunista, indicando la necesidad de constituir "un organismo
revolucionario de vanguardia, con propósitos claros, directivas
precisas, que no puede ser otro que el Partido Comunista".
El PCCh nacía también con la tarea de llevar la lucha de clases
del proletariado a sus más altos niveles, como su forma superior de
organización. Asimila entonces la ideología que específicamente
corresponde al proletariado: el marxismo-leninismo.
Este Partido, junto a otras fuerzas políticas, formó parte de la
gloriosa gesta del gobierno de la Unidad Popular, encabezado por el
presidente Salvador Allende (1970-1973). Fueron días que
sintetizaron la expresión más aguda de la lucha de clases en Chile,
el máximo grado de organización que alcanzaron el proletariado y
demás sectores sociales.
Tras el golpe militar de Augusto Pinochet, el Partido se volvió
líder de la lucha insurreccional contra la dictadura. Fue esta época
la experiencia más difícil de los comunistas chilenos. El vuelo de
la muerte diezmó sus filas. Miles de dirigentes y militantes fueron
asesinados y otros tantos tuvieron que ir al exilio.
No obstante, dicha situación no apagó la voz de quienes asumieron
un papel de vanguardia en el PCCh. Figuras de la talla de Pablo
Neruda, Víctor Jara, Gladys Marín, Volodia Teitelboim, entre otros,
no cejaron en su empeño de representar a los menos favorecidos de la
sociedad chilena. Incansable ha sido la lucha en pos de la justicia
social y la equidad.
Hoy, cuando el PCCh arriba a un siglo, gozando de un gran
prestigio dentro de la izquierda latinoamericana, se recuerdan las
palabras de Ricardo Fonseca, quien fuera uno de sus secretarios
generales, cuando expresó que el Partido Comunista era
indestructible porque su existencia obedecía a los intereses,
necesidades y luchas de las clases populares.