Apresan a siete personas por trata de peloteros cubanos;
Detenidos por facilitar salida de peloteros cubanos; Autoridades
desmantelan organización criminal dedicada a la trata de personas;
Buscaban peloteros y familiares en Cuba¼
Esos titulares llamaban la atención sobre un operativo el pasado
fin de semana, en República Dominicana, de la Dirección Central de
Inteligencia Delictiva (DINTEL), que en coordinación con la
Procuraduría General de ese país, desmontaron a un grupo de siete
personas que se dedicaban a establecer contacto con peloteros de
Cuba, sacarlos del país, negociarles un contrato en las llamadas
Grandes Ligas del béisbol estadounidense y obtener por ello jugosas
sumas de dinero.
A pesar de los cintillos, el despliegue y de la puesta en
libertad provisional del grupo, el hecho no es nuevo, persiste la
idea de flagelar, de atacar al béisbol cubano. Lo sucedido solo
viene a confirmar que se mantiene el acoso, el robo de talentos y el
ataque a nuestra pelota.
Las razones son muy sencillas: es el deporte nacional, reúne al
pueblo en torno a su campeonato, desborda emociones, como las que
acabamos de vivir en los play off, hace florecer la alegría y el
orgullo de cubanos y cubanas¼ y eso
molesta.
Qué nos dicen los nombres de Manuel Antonio Azcona, Edgar
Mercedes, Héctor Ferreira, Pedro Delgado, Ernesto Guidi, Roberto
Rodríguez o Yuniel Rodríguez, los siete encartados por la DINTEL y
la
Procuraduría General de la República Dominicana.
Nada, ellos son los mercaderes que se aprovechan de una línea
que, aupada, tolerada y promocionada desde los Estados Unidos
favorece estos hechos delictivos de tráfico de personas, amparados
por demás en legislaciones imperiales como la Ley de Ajuste Cubano.
Recuerdo en mayo de 1999, en la conferencia de prensa previa al
partido de Cuba frente a los Orioles de Baltimore, en aquella ciudad
norteamericana, cuando Luis Ulacia, torpedero de esa selección
nacional contestó la pregunta de ¿a los peloteros cubanos no les
gustaría jugar en las Grandes Ligas, y por qué se lo impiden?
El camagüeyano contestó: "A nosotros sí nos gustaría, pero son
ustedes (Estados Unidos) quienes lo impiden. Por qué para venir a
jugar aquí tengo yo que lanzarme al mar en una lancha, dejar a mi
familia, o buscarme a alguien que luego meta al mismo mar a mis
hijos, negociar con alguien, darle dinero. Por qué tengo que
denigrar a mi país y abandonarlo".
Los peloteros, entrenadores y autoridades deportivas cubanas
tienen, y lo saben, que perfeccionar nuestro béisbol, por lo que
representa para el país, y que pasa por la identidad nacional de
este pueblo. Sin embargo, por esa misma cubanía no se haría nunca a
costa de renunciar a sus principios.
Este es un país bloqueado, asediado por la potencia más poderosa
del planeta, pero como argumentó el Comandante en Jefe el 4 de mayo
de 1999: "¼ nunca le ha arrebatado un
solo atleta a un solo país del mundo, y nuestros profesores e
instructores han trabajado por miles de ellos, en muchos países".