En Albania se cuece gran parte del tráfico humano y de órganos de
Europa, y sus bandas de extorsionadores y de traficantes de
artículos robados en el extranjero constituyen un quebradero de
cabeza para las fuerzas del orden. Incluso se estima que si la
policía albanesa tuviera tiempo y autoridad para controlar los
números de motor de los carros de lujo que circulan por el país, es
muy probable que les encuentren dueño en alguna ciudad alemana,
francesa, italiana o española.
Hace poco más de 20 años, en esta pequeña nación con costas al
Mar Adriático, las carencias materiales eran notables. Con la
desaparición de los gobiernos socialistas en Europa, no tardó en
llegar a la nación la tan venerada libertad democrática occidental y
con ella una enorme anarquía que no se logra superar.
Refiere el experto ruso Misha Glenny que Albania se hundió a la
vez que se hundieron los mercados del Este de Europa en los que
tenía algunas exportaciones cruciales, como los cítricos. Trató
entonces de vender sus naranjas y limones a Europa Occidental, pero
no pudo porque la Política Común protege a los cultivadores de
Portugal, España, Italia y Grecia. No logró competir con estos
subsidios y muchos de los campesinos destruyeron sus cultivos de
cítricos y plantaron cannabis a cambio, y lo venden en cantidades
industriales. Mientras se produjo la transición, el crimen
organizado trabajó rápido y desarrolló un sistema global que
representa una economía alternativa.
Muchos lamentan que hoy en Albania la única autoridad la
constituyen la Policía y el Ejército, que apenas logran mantener el
orden. En los barrios de Tirana, la capital, nadie puede garantizar
la seguridad. Las bandas de delincuentes se disputan a la fuerza sus
zonas de influencia y la única profesión pensable para muchos
jóvenes parece ser la de traficante, no importa la mercancía.
Pero el tráfico humano y de órganos suele ser el más dramático.
Tanto, que el gobierno albanés se vio obligado a prohibir el uso de
lanchas rápidas para tratar de frenar el flujo de personas hacia
Italia principalmente, donde, una vez en tierra, muchas mujeres y
niños son obligados a prostituirse y mendigar.
La guerra de Kosovo, entre 1998 y 1999, impulsó fuertemente este
fenómeno, especialmente en las mafias del norte y en las albano-kosovares.
Estas bandas armadas, bajo pretexto de la lucha patriótica,
funcionan como ejércitos privados financiados por la extorsión y el
contrabando.
Tanto es así, que el Parlamento albanés aprobó recientemente una
ley especial que permite a la Unión Europea investigar una presunta
red de tráfico de órganos de prisioneros serbios que habría
funcionado en Albania a finales de los años noventa.
Según Dick Marty, exrelator suizo del Consejo de Europa, antiguos
líderes de la guerrilla del Ejército de Liberación de Kosovo, que
luchó contra Serbia en el conflicto armado, secuestraron a serbios y
albaneses para luego llevarlos a centros secretos de detención en
Albania. A los detenidos se les habría extraído órganos vitales en
una clínica privada con el objetivo de venderlos en el mercado
ilegal internacional.
En un documento del Consejo de Europa se detalla que los
albaneses separatistas alimentaban a los cautivos para luego
asesinarlos y vender sus órganos al exterior a más de 100 mil
dólares cada uno, con la complicidad de la policía y los servicios
de Inteligencia.
"La extensión de lo que llamo la economía en la sombra, en la que
las organizaciones criminales de todo el mundo tienen un papel
esencial, es más grande que nunca, sobre todo después de la
desaparición del Campo Socialista y como consecuencia de la
globalización, que es la edad de oro de la mafia", concluye el
periodista ruso Misha Glenny.