En las elecciones del pasado 6 de mayo, más de la mitad de los
griegos castigaron a la clase política tradicional, plegada a los
intereses de la Unión Europea (UE), y respaldaron a aquellos
partidos que se negaron a pagar con recortes sociales los 130 mil
millones de euros del rescate financiero de Bruselas.
La división entre los que aceptaron las exigencias de la UE y los
que no, hizo imposible la creación de un gobierno de coalición, por
lo que Grecia irá nuevamente a las urnas el próximo 17 de junio, en
unas elecciones que definirán el futuro del país.
Aquellos que manejan los resortes del poder en el continente
alertaron, de antemano, que la nación helena se juega en esos
comicios su permanencia en la zona euro y la continuidad de los
auxilios financieros que evitan la cesación de pagos del país.
"Ahora tenemos que enviar un mensaje muy claro a los griegos: o
votan por permanecer en el euro, con todos los compromisos que han
adquirido, o votan efectivamente por la salida", aseguró el primer
ministro británico, David Cameron, poco antes de comenzar la cumbre
de la OTAN en Chicago.
En una línea similar se pronunció el presidente de la Comisión
Europea, José Manuel Durao Barroso, quien dijo que Grecia debe
mostrar su "determinación de quedarse en la eurozona".
Ante este escenario, muchos analistas consideran que la salida de
Grecia de la zona euro solo es cuestión de tiempo.
El estadounidense Paul Krugman, premio Nobel de Economía,
considera que este escenario es "inevitable". "Todas las soluciones
que se están discutiendo no sirven para remediar el desastre",
declaró a la revista alemana Der Spiegel.
El economista precisó que "las verdaderas decisiones no pueden
ser tomadas más que en Frankfurt o Berlín", pero criticó duramente
la línea económica de la canciller alemana Ángela Merkel, basada en
la austeridad, una estrategia que comparó con los zombis, cuya
naturaleza es "seguir caminando sin importar el daño que causan".
En este mismo sentido, los periodistas alemanes le preguntaron al
ministro de Finanzas, Wolfgang Schaeuble, si era posible evitar una
eurozona sin Grecia. "¡Por supuesto!", respondió, pero depende de
que la nación helena "cumpla con sus obligaciones". "La solidaridad
europea no puede ir en un solo sentido", sentenció.
Esos requerimientos parecían dirigidos fundamentalmente a la
Coalición de Izquierda Radical (SYRIZA), el partido que obtuvo la
segunda mayor cantidad de votos el pasado 6 de mayo y que se perfila
favorito para los próximos comicios.
El líder de SYRIZA, Alexis Tsipras, defendió la permanencia de
Grecia en la moneda común, pero rechazó los actuales términos que le
impone a su país el plan de rescate del FMI y la UE, en una
entrevista al International Morning Herald.
Asimismo, advertía al Wall Street Journal de las graves
consecuencias de una "acción unilateral europea" sobre la economía
griega. "Nuestra primera opción es convencer a los socios europeos
de que, por su propio interés, no se debe interrumpir la
financiación, pero si llevan a cabo una acción unilateral, si cortan
nuestra financiación, nos veremos obligados a dejar de pagar a los
acreedores, a declarar la suspensión de pagos", advirtió.
De hecho —señaló—, si Grecia deja de pagar la deuda externa,
tendría suficientes recursos como para asumir el pago de los sueldos
de pensionistas y funcionarios. Además, insistió en la necesidad de
adoptar medidas para reducir el gasto militar, acabar con el
despilfarro y la corrupción, y combatir la evasión fiscal de las
rentas más altas.
Sin embargo, los expertos señalan las graves consecuencias, al
menos en el corto plazo, que tendría para los griegos abandonar la
moneda común. El país podría encontrarse en dificultades para
importar alimentos y combustible, la vida diaria se reduciría al
intercambio de bienes y servicios, y el Gobierno se vería incapaz de
pagar a los trabajadores con algo que quisieran aceptar.
"Sería el caos", apunta Marios Efthymiopoulos, profesor del
Centro Universitario Johns Hopkins para Estudios Internacionales
Avanzados y presidente del grupo de expertos Global Strategy, con
sede en Salónica.
Por otra parte, probablemente sería necesario cerrar las
fronteras para impedir que las personas se lleven sus euros a bancos
de otros países. "Si eso ocurre, definitivamente habrá incidentes de
seguridad en las calles de Atenas", apunta David Lea, analista de la
firma Control Risks.
Esta es la difícil encrucijada que enfrenta el pueblo griego. Por
eso, resultan aún más desfachatados los intentos de comprometer su
derecho soberano con chantajes económicos. Con Grecia, el Viejo
Continente le ha dado al mundo una nueva lección sobre lo que
entiende por democracia.