Muchos
especialistas coinciden en que la receptoría es la posición más
difícil de formar en el béisbol. Cuestión lógica si se tiene en
cuenta que el receptor es clave.
Sobre sus hombros pesa la conducción de los lanzadores —aunque en
nuestra pelota muchos mentores guíen a los pitchers desde el banco,
fundamentalmente en play off—, además de ubicar al cuadro y los
jardineros en dependencia del bateador en turno, y evitar que los
corredores rivales le avancen cuando entran en circulación.
En la calle pululan los comentarios sobre el primer partido de la
final de esta 51 Serie Nacional de Béisbol, que culminó con éxito de
Ciego de Ávila sobre Industriales 3-2. Muchos le achacan la
responsabilidad de la derrota al catcher Lisbán Correa. Dos
lanzamientos relativamente fildeables costaron par de anotaciones,
pero en ese séptimo inning pesaron par de dobles y un hit, además
del boleto intencional a Isaac Martínez y el receso de dos horas a
causa de la lluvia, que bien pudo desconcentrar un poco a Odrisamer
Despaigne.
Durante buena parte de la temporada, Lázaro Vargas, timonel azul,
decidió sacrificar ofensiva y alinear con Frank Camilo Morejón en
lugar de Correa detrás del home, algo que se tradujo en seguridad
para los lanzadores.
Al interrogar al entrenador de pitcheo de Industriales, José
Elosegui, este aseguró que el cuerpo técnico toma en cuenta las
carreras que les fabrican a sus lanzadores e igualmente se las
compilan a los receptores. "En ese sentido ambos están bastante
parejos, aunque Frank Camilo es superior en el mascoteo y tiro a las
bases".
Los números no mienten: Morejón se colgó los arreos en 59
partidos, con ocho errores, cinco pass ball, 16 "estafas" permitidas
y 18 capturas. Correa lo hizo en 57, cometió cuatro pifias, pasboleó
en ocho ocasiones, le robaron 42 almohadillas (segundo más pobre de
la clasificatoria) y atrapó a ocho.
Con la presión adicional de la postemporada en 11 desa-fíos
Morejón archiva tres pass ball por dos Correa, en cinco partidos,
con dos sorprendidos en igual cantidad de intentos por uno
infructuoso su coequipero. Pero aquí cuentan también las situaciones
de juego. En el caso de Lisbán, ambos han significado carreras.
Bien pudiera ceñirse el máscara avileño Lisdey Díaz a ese adagio.
Sin hacer mucho ruido en 76 choques de contienda regular capturó a
más corredores que los que le llegaron (20-18), solo cometió cuatro
marfiladas y pasboleó tres veces.
Ahora, con el cerco cerrado compila cinco atrapados y cuatro se
le han escapado, sin mascoteos erróneos y un solo error. Importante
en su rendimiento el hecho de ser este su clásico número 16.
Esa es la realidad actual de tres máscaras, enfrascados en la
defensa de su campo de batalla, aportar madero en mano y acariciar
el título de la pelota cubana.