Oncena Bienal de La Habana

Gabriel Orozco en su salsa

VIRGINIA ALBERDI BENÍTEZ

Quienes buscaron la presencia de Gabriel Orozco en la Oncena Bienal de La Habana, han tenido que trasladarse al oeste de la capital, donde entre los estudiantes del Instituto Superior de Arte y el creador mexicano se estableció una plena corriente de simpatía recíproca, definida criollamente por uno de los alumnos cuando dijo: "Él aquí se siente en su salsa".

 Fotos: Oriol de la Cruz (AIN)La acción plástica participativa de Gabriel Orozco tuvo lugar en una de las edificaciones del complejo de escuelas de arte de Cubanacán.

No podía ser de otro modo el encuentro del notable artista mexicano con un evento al que las nuevas hornadas de creadores cubanos han dejado una impronta de inquietudes transformadoras, que se corresponde con la práctica de Orozco.

Tampoco es casual que en el ISA haya coincidido con Alexis Leyva machado (Kcho). Existe de hecho una línea tangencial en la poética de ambos creadores: el cubano ha sacado a un primer plano en sus instalaciones de barcos, travesías y otros motivos náuticos, la madera en bruto o desgastada por la intemperie, o el barro común que se acrisola en los ladrillos. Orozco aprendió a darles otro sentido a los desechos de las ciudades y playas, a servirse de lo cotidiano como punto de inflexión para la mirada artística, y a transfigurar formas habituales en experiencias estéticas singulares.

 Fotos: Oriol de la Cruz (AIN)Orozco departe con su colega Kcho.

En los circuitos internacionales de las artes plásticas, Orozco, desde finales de los años 90, viene señalando rutas. Ahí están sus históricas exhibiciones en el Museo de Arte Moderno de Nueva York, en la galería Tate de Londres, en la feria ARCO de Madrid y en la Bienal de Venecia. Ahí están sus mesas cubiertas de insólitos objetos, sus boletos de avión como soporte de atrevidos diseños, su calavera ajedrezada, sus esculturas de plastilina, sus intervenidos balones de fútbol, pero también sus fotografías inquietantes y su extremo rigor cuando de pintar se trata.

Orozco en el ISA hizo equipo con profesores y alumnos para realizar lo que llamó "una limpieza creativa" en la inconclusa escuela de ballet de Cubanacán. Trabajó y logró que se trabajara en términos de luz y sombra, de orden y caos, de equilibrio y desequilibrios espaciales.

Fue fiel a uno de sus principios poéticos: obligar a ver y mirar las cosas y el entorno con mirada y vista de artista que cree en que todo ser humano lo es en su propia vida.

 

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