Los primeros momentos de la Oncena Bienal de La Habana,
inaugurada oficialmente ayer, destacaron por la vocación
participativa de las propuestas artísticas y la caracterización del
centro histórico de la capital como un ámbito propicio para la
confrontación con las tendencias visuales más actuales.
A las exposiciones abiertas en la planta alta del Gran Teatro de
La Habana, donde artistas de una decena de países exhiben
instalaciones y proyectan videos; en el Centro Hispanoamericano de
Cultura, en el cual la muestra colectiva Open score plantea
un contrapunto entre la tecnología y el arte, y en el Centro de
Desarrollo de las Artes Visuales, convertida en La casa del éxito,
un muestrario de los cambios que se operan en la visualidad
cotidiana cubana de este tiempo, se sumaron diversas acciones que
involucraron de una u otra manera al público.
Una de las más llamativas y a la vez raigalmente fundamentada fue
la que protagonizaron la artista cubana María Magdalena Campos y el
compositor norteamericano Neil Leonard en el patio del Centro
Wifredo Lam, junto a vendedores ambulantes, pregoneros y figurantes.
Bajo el título Llegó Fefa, el performance, al recrear
artísticamente esta práctica ancestral callejera, la dignificó como
elemento portador de profundas vivencias culturales y de convivencia
comunitaria.
También llamó la atención la capacidad del sudafricano Steve
Cohen para transformarse él mismo en una escultura que transita por
el cuestionamiento de la identidad de género.
El ministro de Cultura, Rafael Bernal, en compañía de Rubén del
Valle Lantarón y Jorge Fernández, presidente y director de la
Bienal, respectivamente, recorrió algunos de los espacios
expositivos.