Manuel
Mendive no puede dejar de ser fiel a sí mismo, pero tampoco se
resigna a la repetición de la fórmula del éxito. Pionero, entre
nosotros, del body art (arte sobre el cuerpo humano) y el
performance (acción plástica de duración efímera) se insertó esta
vez en la Oncena Bienal de La Habana con un espectáculo de vasto
alcance por el número de participantes y su impacto popular.
En medio de la tórrida tarde del último jueves, Mendive comenzó
temprano a trabajar con los cuerpos, auxiliado por su equipo de
colaboradores, en la planta baja del Gran Teatro de La Habana. A las
6:00 p.m., una escuadra de jóvenes salió al portal para anunciar el
comienzo del performance. En lo alto llevaban lienzos del maestro,
en los cuales se hacían visibles los signos de su peculiar
iconografía.


Unos minutos después se develaba la real magnitud del
espectáculo. Nunca antes en sus acciones, Mendive había conseguido
un nivel de integración mayor. Acróbatas, tragafuegos, danzantes,
figurantes, actores y cantores emprendieron camino Prado abajo y
luego arriba hasta que en el Capitolio tuvo lugar el ritual de
culminación rematado por una sensible interpretación de uno de los
preludios de Chopin, por el maestro Frank Fernández.
Este nuevo canto al origen de las cosas, de respeto por los
ancestros, de veneración hacia la naturaleza y de confianza en la
convivencia humana correspondió a plenitud con la ética que siempre
Manuel Mendive ha traducido al lenguaje del arte.