Oncena Bienal de La Habana

La Fortaleza del arte cubano

PEDRO DE LA HOZ

A pocas horas de la inauguración de la Oncena Bienal de La Habana, el pintor y crítico Manuel López Oliva se preguntaba si la creciente presencia del arte cubano en los circuitos colaterales del evento desbordaba los fundamentos primigenios de un foro concebido para la vindicación de las producciones y los creadores de Asia, África, América Latina y el Caribe, y el Tercer Mundo cada vez más visible e insoslayable en los países industrializados.

Fotos: Yander ZamoraLos códigos manejados por Cirenaica Moreira llaman la atención del público.

También cuestionaba si no había llegado el momento de que el Ministerio de Cultura y el Consejo Nacional de las Artes Plásticas (CNAP) se plantearan la necesidad de auspiciar sistemáticamente, en una instancia independiente de la Bienal y al margen del ya agotado esquema de los Salones de Arte Contemporáneo, un muestrario panorámico de la producción nacional.

En La Cabaña se dedica buen espacio a la abstracción. Aquí un tríptico de Godoy.

Más allá de estas interrogantes que no deben caer en saco roto por quienes han recibido el mandato institucional de la promoción de las artes plásticas, lo cierto es que las muestras colaterales de la Oncena Bienal no lo son tanto. Prueba al canto, lo que sucede en la Fortaleza de la Cabaña desde este jueves.

La Cabaña ha sido tomada literalmente, como nunca antes, por los artistas cubanos. Allí se concentran la mayoría de las exposiciones de nuestros creadores, que han hecho caso omiso a la presunta condición colateral —lo único que justifica el término es su ubicación excéntrica con relación a los circuitos de las exposiciones y acciones del evento— para decir: "Aquí estamos para quien nos quiera ver, porque tenemos mucho que decir".

Pienso que entre estos últimos no hay que contar solamente con los visitantes extranjeros —artistas, críticos, galeristas, historiadores del arte, promotores y marchantes, entre los que Rubén del Valle Lantarón, presidente del CNAP, manejó públicamente la cifra de unos 1 300 norteamericanos—, sino también los propios cubanos que tienen la oportunidad única de valorar, confrontar e informarse de la enorme diversidad de la creación doméstica actual.

El retrato de los mitos de nuestra época, a la manera de Ileana Sánchez.

En tamaño esfuerzo no ha estado ajena, desde luego, la voluntad del propio CNAP y su conjunto de instituciones por cumplir con uno de los lineamientos específicos de la política cultural en cuanto a la promoción nacional e internacional del arte. Pero sobre todo, pesa la necesidad de los artistas por encontrarse con su público natural.

No es este el momento de pasar balance a cada una de las exposiciones ni de señalar discrepancias curatoriales. Cada espectador sabrá orientarse entre lo auténtico y lo superfluo, el modo y la moda, lo novedoso y lo trasnochado que cohabita en medio de tanta diversidad inclusiva. Para eso habrá tiempo, pues durante el mes que permanecerá abierta al arte cubano La Cabaña, habrá tiempo y espacio para necesarios discernimientos.

Mucho más que fotorrealismo en los monumentales dípticos de Luis E. Camejo.

Por lo pronto vaya este dato harto elocuente: 61 muestras personales, colectivas y acciones plásticas. Figuración, neofiguración, abstraccionismo, conceptualismo, transvanguardia, hiperrealismo, paisaje, neobarroquismo, humor gráfico y cuantas hibridaciones se pueda imaginar. Instalación, escultura, grabado, pintura, dibujo, fotografía, técnicas mixtas; arte efímero y duradero. ¿Se puede pedir más?

 

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