De visita en la nororiental ciudad de Kolkata, la Secretaria de
Estado norteamericana, Hillary Clinton, reconoció las
potencialidades de la India como nación, pero acotó enseguida lo que
para ella son tareas pendientes: incrementar las inversiones
extranjeras directas en el sector minorista, terminar de una vez con
el diferendo indo-bangladeshí, y... limitar las compras de petróleo
a Irán.
Para la jefa de la diplomacia estadounidense, este último tema es
uno de los deberes de la India como parte de la comunidad
internacional. "Estados Unidos desea ver un mayor descenso en la
compra del petróleo iraní, en tanto hay otros suministradores
capaces de cubrir sus necesidades energéticas como Iraq o Arabia
Saudita", enfatizó.
Ante un auditorio compuesto fundamentalmente por estudiantes,
Clinton subrayó la necesidad de presionar a Teherán para que revise
su política nuclear, a la que Occidente atribuye fines militares, y
aseguró que el papel de países como India es clave para conseguir
aquel objetivo.
Irán es "un régimen marcado por una historia de comportamientos
agresivos y no pienso que se pueda negociar con los agresores
cediendo espacio ante ellos", comentó sin dejar de apuntar que
Israel —su aliado incondicional en Oriente Medio—, estaba muy
preocupado ante la posibilidad de que un dirigente iraní pueda en el
futuro usar una bomba nuclear con consecuencias devastadoras. ¿Acaso
olvidó que Estados Unidos ha sido el único país en utilizar armas
atómicas para someter a otros, como en Hiroshima y Nagasaki?
Con su acostumbrado cinismo político, la funcionaria no pasó por
alto una cuestión fundamental: que Washington apuesta por una
"solución pacífica" a la crisis y que se han hecho esfuerzos para
ayudar al pueblo iraní. De nuevo. ¿Qué paz? ¿Qué ayuda?
Lejos de eso, Estados Unidos continúa entrometiéndose en los
asuntos internos de la nación persa. Y ahora también se inmiscuye en
asuntos que los indios consideran estrictamente nacionales, tal como
ha denunciado el Buró Político del Partido Comunista de
India-Marxista, que calificó de intrusión inaceptable las opiniones
de Clinton.