Amigas para siempre

MADELEINE SAUTIÉ RODRÍGUEZ

FOTO: Yander ZamoraUn nuevo peldaño acaba de conquistar ante el público cubano la compañía danzaría Lizt Alfonso con la presentación en el Teatro Karl Marx, durante todos los fines de semana del recién concluido abril, de su espectáculo Amigas.

Muy lejos del flamenco a que nos tiene acostumbrados este grupo danzario que arriba ya a sus dos décadas de vida sobre las tablas, se muestra ahora con Amigas, fusionando en su cuerpo de baile, la canción y la actuación, para conseguir este dance-musical de gran formato que reverencia la cubanía, entre otras sobradas razones, por el cancionero seleccionado —en el que cuentan antológicos autores de la Isla— y por la pertinente elección de ritmos como el son, el chachachá, la conga, el bolero, la rumba y el mambo, cuya sola presencia, es ya un tributo a las raíces.

Repartida en 11 escenas y dos actos, el hilo de la puesta pasa por una historia que tiene como contexto el supuesto programa televisivo Música y Estrellas hasta donde llegan Mercedes (Niurka Reyes/ Maureen Iznaga cantantes; Carmen Rosa López, bailarina); Caridad (Yaíma Sáez/ Gretell Barreiro, cantantes, Claudia Valdivia; bailarina), y Regla (Sory, cantante; Ana López, bailarina), quienes integraron hacia finales de los cincuenta y principios de los sesenta el popular trío Amigas —disuelto sin aparentes motivos— y a cuyo nombre hicieron honor las relaciones afectivas que entre ellas tuvieron lugar. No es difícil ver en esta historia una alusión a un programa real de la televisión de los sesenta, animado por Eva Rodríguez y dirigido por Manolo Rifat.

Develar desde sus propias confesiones por la vía de la canción, en vivo y sin tapujos, el enigma por el cual el trío se desintegró es el propósito del virtual programa, que transcurre en la actualidad y que cuenta a su haber con una banda que acompaña musicalmente los éxitos de la ya desarticulada agrupación y que ellas interpretan en ese espacio televisivo.

Bien claro le queda al público desde que escucha el primer parlamento en la voz de una de las estrellas —De mis recuerdos no quiero yo hablar/ que ni una palabra voy a pronunciar— que no le será revelado en bandeja de plata lo sucedido, sino que tendrá que descubrirlo por medio de su interacción con la representación histriónica que contemplará.

Así se anuncia el clásico tema De mis recuerdos, de Juan Formell, cuya interpretación, tras aquellas irrevocables palabras será la llave que abrirá la secuencia narrativa por donde avanzará la peripecia emocional.

Las excelentes voces de las cantantes regalarán, para darle cuerpo al discurso musical encargado de esclarecer verbalmente la trama, temas del encumbrado repertorio insular entre los que cuentan, por solo citar algunos, Ámame como soy, de Pablo Milanés; Quizás, quizás¼ , de Osvaldo Farrés; Contigo en la distancia, de César Portillo de la Luz; Vuela, pena, de Amaury Pérez, y Amigas de Alberto Vera, que estará apoyado en la ejecución danzaria por el cuerpo de baile consiguiendo un empaste hábilmente proporcionado entre ambos componentes escénicos.

Dos figuras masculinas se suman oportunamente a la función para representar el motivo de esos vendavales exaltados que acosan a estas mujeres y que constituyen el tópico central del conflicto dramático, mejor logrado en el primero de los actos: el Cantante y el Percusionista, interpretados por los bailarines Joan Morell o Vadim Larramendi y Oddebí García, respectivamente.

Resulta obvio el homenaje que propone el espectáculo a divas de la canción cubana como Elena Burke, Moraima Secada y Omara Portuondo.

Pero no solo a revitalizar joyas vocales, rítmicas y danzarias exhibidas en la gran escena cubana está convocando Amigas. Algo parecido a la dicha nos embarga en el aplauso final, y se abandona la sala con un contagioso tarareo que le hace bien al alma y que sabe a reconciliación.

 

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