En Yoel pensó enseguida el técnico Eduardo Cruz Peña cuando
decidieron adelantar la planta baja. "Hace los enchapes que sirven
de patrón a los demás albañiles. Coge el plano, lo interpreta y
enseguida echa mano a los instrumentos, porque otra de sus virtudes
es la de no perder tiempo".
Para conversar con Yoel fue preciso esperar hasta que terminara
de colocar varias baldosas. Las apretaba contra el mortero de
cemento y arena, uniformemente distribuido para eliminar vacíos que
luego podrían producir quebraduras.
"Llegué con 17 años a la Construcción, pero tuve maestros muy
buenos. Me enseñaron a organizar el área de trabajo, elegir los
materiales apropiados y cuidar los instrumentos. Este martillo de
goma que uso para ajustar las baldosas tiene más de diez años.
"Creo que los ayudantes deben estar largo tiempo con los
albañiles de experiencia, porque hay más compenetración. Pero ahora,
en muchas obras, los cambian de puesto sin cumplir los objetivos de
la tarea en que trabajaban, y ahí mismo se afecta el aprendizaje".
Porque considera que las cosas no pueden quedar a medias, obtuvo
la categoría de Albañil A y aprendió técnicas de restauración y
modelado con yeso.
Por los conocimientos y la actitud ante el trabajo, los jefes de
obras y brigadas reclaman tenerlo a su lado. Ocurrió durante la
construcción de hoteles en el Polo Turístico de Holguín, la Escuela
de Trabajadores Sociales, la Casa de la Música en la capital
provincial y en decenas de emblemáticas construcciones. Eduardo Cruz
dice que vale por 20 hombres.
Yoel, de nuevo con baldosas y cuchara en las manos, comenta que
le agrada irse a casa al terminar las jornadas. Entre otros, lo
esperan la hija, en trajines de preparación para el ingreso a la
universidad; y el hijo, alumno de primaria.
Al preguntarle acerca de la posibilidad de que el varón abrace en
el futuro el oficio de albañil, dice que queda a la elección del
muchacho, pero si ocurre, apoyo no le faltará.