"Sherezade engatusaba al sultán con un cuento distinto cada noche
y el sultán se hallaba muy satisfecho de tener un nuevo cuento todas
las mañanas con que seguir engatusando al pueblo", dice íntegramente
uno de ellos titulado Las mil y una noches, donde el sarcasmo
lúdicro conduce a la risa, como lo hacen también otros de temáticas
diversas y personajes tan distantes entre sí como Otelo, San Pedro y
El Zorro.
Escritos en el 2001 y conformados ya como un libro que sigue de
alguna manera "reevaluándolo", no ha adquirido aún formato
editorial. "Es que soy un romántico. No los he llevado nunca a
ningún editor, si no se publican nunca, al menos hoy constará ante
ustedes la existencia de ellos".
Otros textos de facturas más recientes engrosan también la
literatura inédita de este escritor, honrado con importantes lauros
—como el David de Cuento 1987, por La noche de un día difícil,
y el Premio Internacional de Cuento Fernando González IPC Jaime
Isaza, Colombia, 1996, por Anglóstica— cuya labor didáctica
despliega a sus anchas al integrar el claustro que prestigia al
Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso.
Así mencionó —porque no quiso correr el riesgo de aburrir leyendo
uno de sus capítulos— su incursión en la novela histórica en la que
trabaja y a la que ha llamado provisionalmente Siracusa, cuyo
escenario es esa ciudad de la antigua Grecia —defendida por el sabio
Arquímedes al ser sitiada por los romanos hacia 214-212 (a. n. e)— y
la que le ha llevado una intensa búsqueda bibliográfica de más de 10
años.
"Me ciño a la historia sin mentir, pero está ficcionalizada, la
narración es consecuente con el pensamiento de la gente que la vivió
y los personajes hablan de acuerdo con la época, no como los
contemporáneos, aunque esa historia tan distante esté cargada de
contemporaneidad".
El plato fuerte adoptó la forma de cuento. "Es posible que el
relato que les voy a leer integre alguna vez uno de los libros que
presente a concurso. Se llama Las reuniones, y lo inspiró el
impacto que me causó ese libro formidable del francés Michel
Houellebecq, Las partículas elementales. Lo escribí de un
tirón porque sabía hasta dónde quería llegar".
"El argumento roza a veces la inverosimilitud y lo fantasmal",
refiere sobre el cuento que acaba de devela, —en el que dos parejas
llegan a vivir una situación común verdaderamente insospechada
antes— como si no estuviera convencido de cuánto les agradó a los
oyentes, pues acredita que "solo leyendo muy reservadamente es que
se pueden captar todas las claves posibles".
Lo escogió por parecerle el más dinámico de los 30 que no
aparecen todavía en letra de imprenta. "La literatura es un acto de
absoluta voluntariedad. Cuando por alguna razón se ofrece, como en
este caso, de una manera impuesta, pues hay que tener alguna piedad
con el que está del lado de allá".