Epigramas, novelas y cuentos sembrados en el jardín

Avances de la narrativa de Sergio Cevedo

Madeleine Sautié Rodríguez

Mucho acierto tuvo el escritor Sergio Cevedo para informalizar el encuentro al que lo convocó el espacio literario En el Jardín, del capitalino Centro Dulce María Loynaz, al escoger sus minitextos epigramáticos, sazonados hábilmente con esa mezcla infaltable de brevedad y suspicacia que los caracteriza y que llegan con la rapidez de un rayo a quienes los leen o los escuchan.

Foto: Anabel Díaz MenaCevedo durante su comparecencia en el Centro Dulce María Loynaz.

"Sherezade engatusaba al sultán con un cuento distinto cada noche y el sultán se hallaba muy satisfecho de tener un nuevo cuento todas las mañanas con que seguir engatusando al pueblo", dice íntegramente uno de ellos titulado Las mil y una noches, donde el sarcasmo lúdicro conduce a la risa, como lo hacen también otros de temáticas diversas y personajes tan distantes entre sí como Otelo, San Pedro y El Zorro.

Escritos en el 2001 y conformados ya como un libro que sigue de alguna manera "reevaluándolo", no ha adquirido aún formato editorial. "Es que soy un romántico. No los he llevado nunca a ningún editor, si no se publican nunca, al menos hoy constará ante ustedes la existencia de ellos".

Otros textos de facturas más recientes engrosan también la literatura inédita de este escritor, honrado con importantes lauros —como el David de Cuento 1987, por La noche de un día difícil, y el Premio Internacional de Cuento Fernando González IPC Jaime Isaza, Colombia, 1996, por Anglóstica— cuya labor didáctica despliega a sus anchas al integrar el claustro que prestigia al Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso.

Así mencionó —porque no quiso correr el riesgo de aburrir leyendo uno de sus capítulos— su incursión en la novela histórica en la que trabaja y a la que ha llamado provisionalmente Siracusa, cuyo escenario es esa ciudad de la antigua Grecia —defendida por el sabio Arquímedes al ser sitiada por los romanos hacia 214-212 (a. n. e)— y la que le ha llevado una intensa búsqueda bibliográfica de más de 10 años.

"Me ciño a la historia sin mentir, pero está ficcionalizada, la narración es consecuente con el pensamiento de la gente que la vivió y los personajes hablan de acuerdo con la época, no como los contemporáneos, aunque esa historia tan distante esté cargada de contemporaneidad".

El plato fuerte adoptó la forma de cuento. "Es posible que el relato que les voy a leer integre alguna vez uno de los libros que presente a concurso. Se llama Las reuniones, y lo inspiró el impacto que me causó ese libro formidable del francés Michel Houellebecq, Las partículas elementales. Lo escribí de un tirón porque sabía hasta dónde quería llegar".

"El argumento roza a veces la inverosimilitud y lo fantasmal", refiere sobre el cuento que acaba de devela, —en el que dos parejas llegan a vivir una situación común verdaderamente insospechada antes— como si no estuviera convencido de cuánto les agradó a los oyentes, pues acredita que "solo leyendo muy reservadamente es que se pueden captar todas las claves posibles".

Lo escogió por parecerle el más dinámico de los 30 que no aparecen todavía en letra de imprenta. "La literatura es un acto de absoluta voluntariedad. Cuando por alguna razón se ofrece, como en este caso, de una manera impuesta, pues hay que tener alguna piedad con el que está del lado de allá".

 

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