Fue
el 15 de abril de 1912 en la ciudad de Pyongyang, en una nación
ocupada militarmente por el imperialismo japonés, cuando en una
humilde familia nació Kim Il Sung, quien entró en la historia por
sus aportes revolucionarios en su natal Corea, y por la enseñanza
dejada a muchas generaciones del mundo que conocen de su obra
fecunda.
Obligado a abandonar el país siendo un adolescente, fundó en
Huandian, al noroeste de China, la Unión para Derrotar al
Imperialismo (UDI), cuya premisa era la lucha por la independencia.
Comprendió que era necesario organizar y movilizar a las masas y,
con esa idea, fundó en abril de 1932 el Ejército Revolucionario
Popular de Corea y en octubre de 1945 el Partido del Trabajo de
Corea, fuerzas que sustentaron el momento histórico del 9 de
septiembre de 1948, cuando se estableció la República Popular
Democrática de Corea (RPDC).
Consolidado el triunfo revolucionario y bajo la dirección de Kim
Il Sung, el país se enfrentó a la invasión norteamericana en una
guerra donde todo el pueblo coreano se levantó en armas y logró el
triunfo en defensa de su soberanía y dignidad. Una sostenida batalla
por la unificación del país dividido por instigaciones de Estados
Unidos, libró el líder norcoreano en su larga carrera política.
Murió en la madrugada del 8 de julio de 1994, y en su escritorio
de trabajo dejó un documento con su firma en el que ratificaba su
convicción de la necesidad de la reunificación coreana luego de
decenios de separación injustificada.