Para
rendir tributo a sagradas razones que la humanidad no debe jamás
perder de vista, abrió sus puertas la Casa de las Américas a la
Jornada por la Memoria, la Verdad y la Justicia, hasta donde
llegaron, convocados por las embajadas de las repúblicas de
Argentina y El Salvador en La Habana, muchos de los sobrevivientes
de las cruentas dictaduras sufridas por el continente en el pasado
siglo.
Inspirada en dos hechos acaecidos el 24 de marzo, aunque en años
diferentes —el golpe militar en Argentina, en 1976, y en 1980, el
asesinato de monseñor Oscar Arnulfo Romero, en El Salvador— la
velada, que cobró el valor de un canto de esperanza, estuvo colmada
de episodios narrados por algunos de sus propios protagonistas,
quienes lejos de aniquilar sus fuerzas ante el sufrimiento heredado
de sus actitudes militantes por las que fueron brutalmente
recriminados, unieron una vez más sus voces para dar un viva a la
vida y sostener mirando al pasado con la rotundez del presente la
bandera del "nunca más".
Instituido en ese día del 2002 en la Argentina el Día de la
Memoria por la Verdad y la Justicia, el distingo tuvo el propósito
de levantar una consigna y un emblema en contra del terrorismo de
Estado, la represión y la tortura para que las nuevas generaciones
tengan el conocimiento de lo que pasó y no pierdan el camino.
"La dictadura en Argentina —explicó la embajadora de ese país,
Juliana Merino— quiso arrancar de cuajo la idea de la justicia
social como un valor irrenunciable."
Rememoró la metodología que siguió este régimen que se "atrevió a
todo", desde el robo de bebés hasta la desaparición de personas, con
lo cual pretendió "borrar de la conciencia de nuestro pueblo los
valores de justicia y hacer interiorizar el miedo y el terror ante
la posibilidad de las revoluciones que lo combatieran".
La ejemplar conducta del sacerdote católico salvadoreño Monseñor
Romero fue traída al encuentro por Domingo Santa Cruz, embajador de
El Salvador, para recordar a esta figura emblemática convertida en
la voz de "los sin voces", que sufrió en carne propia la represión y
el crimen por denunciar las monstruosidades que se cometían por
parte del régimen con el pueblo.
La cita contó también con la presencia de los embajadores de
Uruguay, Nicaragua, así como el chileno Tato Aires, director del
Memorial Allende, entre otros.
La argentina María Santucho, una de las víctimas de la dictadura,
tras narrar sus horrores, dijo que solo algo como Cuba —donde vive
desde que recibió asilo en nuestra embajada en aquellos años— los
pudo sanar.