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Y en los orígenes, Varela
Eduardo Torres-Cuevas
Eran
los días iniciales de 1853. En La Habana, la señora doña Leonor
Pérez esperaba el nacimiento de un hijo. En San Agustín de la
Florida, en un cuarto de madera que se encontraba en la parte
trasera de la pequeña iglesia de la localidad y en cuyo interior
sólo había un catre, una pequeña mesa y un sillón, alejado de su
patria, siente agudizarse los síntomas de su enfermedad, el otrora
famoso profesor del Real y Conciliar Colegio-Seminario de San Carlos
y San Ambrosio de La Habana, Félix Varela y Morales.
La capital de la Isla de Cuba, uno de los principales puertos de
todas las Américas, amanece diariamente con el retumbar de las
campanas de sus múltiples iglesias, el pregoneo de los vendedores
ambulantes, el paso lento y grave de los caballeros vestidos a la
europea, y el bullangueo callejero de esclavos y libertos, de
artesanos y comerciantes, de marinos y buscavidas, de soñadores,
pragmáticos y funcionarios.
Nadie imaginaba que se acercaban dos acontecimientos que le
darían a ese año 53 de la centuria decimonónica un especial
significado en la historia de Cuba. En una casa de la calle Paula,
el día 28 de enero, celebraban jubilosos don Mariano y doña Leonor
el nacimiento de su hijo varón, José Martí y Pérez.
El viernes 25 de febrero, a las ocho y media de la noche, después
de una prolongada y angustiosa enfermedad, fallecía Félix Varela y
Morales en la más absoluta pobreza. El simbolismo de ambos
acontecimientos es notable. Mientras desaparecía físicamente el
iniciador del pensamiento de la liberación cubana, el promotor de la
filosofía y de las ciencias modernas en Cuba y el educador de una
generación que produjo notables figuras fundadoras de una cultura
patriótica, nacía quien llevaría ese pensamiento y esa cultura a su
elaboración más alta y a su práctica liberadora. El Padre Fundador
había nacido el 20 de noviembre de 1788, según demostré en una
investigación publicada durante los festejos por su aniversario 200.
Varela se definió a sí mismo como "un hijo de la libertad; un alma
americana".
En una carta, que por su contenido puede tomarse como su
testamento político e intelectual, dirigida a un discípulo suyo,
expresaba Varela un deseo ferviente —la necesidad imperiosa—, de que
se reiniciara la labor patriótica, de pensamiento y acción, de
ciencia y conciencia, que permitiera lograr los objetivos de su vida
y de su obra: la liberación y auténtica realización del hombre, de
la sociedad, de su patria y de la humanidad toda.
Con cubanísimo lenguaje incita el filósofo: "Según mi costumbre,
lo expresaré con franqueza, y es que en el campo que yo chapee (vaya
este terminito cubano) han dejado crecer mucha manigua (vaya otro);
y como no tengo machete (he aquí otro) y además el hábito de
manipularlo, desearía que los que tienen ambos emprendieran de nuevo
el trabajo".
No podía saber el Padre Fundador, en los momentos finales de su
vida, que días antes había nacido el hombre capaz de manejar el
machete para cortar con letras afiladas, valor acerado y
sensibilidad exquisita, la manigua embrutecedora que habían dejado
crecer en la sociedad cubana el colonialismo, la esclavitud, el
analfabetismo, la falsa erudición, la miseria material y espiritual,
el juego, la vagancia y la indolencia, entre otras muchas malas
yerbas, esas que brotan sin necesidad de fertilización.
De Varela a Martí transcurre ese siglo XIX que este último llamó
"de labor patriótica"; ese siglo en que se pensó, construyó y
conquistó "la idea cubana"; aquella centuria en que se sembraron las
ideas profundas de la nación portadora de su cualidad esencial: la
cubanía sentida, partera, a su vez, de la cubanidad pensada desde la
universalidad del conocimiento y desde la originalidad de una
realidad propia. En sus orígenes está Varela.
La cadena
emancipadora
Tenía Martí quince años cuando se inician nuestras guerras de
independencia. Su fervor patriótico se expresa en su poema 10 de
octubre. Un hecho demuestra que aquel joven tenía ya, a tan
temprana edad, fructificadas "la idea cubana" y el sentido universal
del patriotismo racional e inteligente vareliano.
En una carta a un condiscípulo suyo que se presta a servir en el
cuerpo de voluntarios españoles contra el movimiento
independentista, Martí y su hermano de ideas, Fermín Valdés
Domínguez, le afirman que ningún alumno de Rafael María Mendive
debía usar ese uniforme. Su maestro les había enseñado la idea
patriótica. Esa idea que contiene la construcción de una Cuba nueva,
independiente, de hombres cultos y libres, y propiciadora de la
dignidad plena del hombre. Ello resulta trascendente porque Martí
recorrerá el mundo observando, ampliando sus ideas, precisando
peligros, organizando en la mente para organizar en la vida,
definiendo lo más exacto posible los fenómenos universales.
Busca, estudia desde los irreductibles contenidos de un
patriotismo cubano, que nada tiene que ver con patrioterismo vulgar,
todo lo que puede ser importante para la creación del proyecto
trascendente de "una Cuba cubana". Se trata de toda una educación
para crear, ausente de "vanidad de aldeano", según Martí, o de
"copias en miniatura", según Varela; una cultura nueva, emanación
genuina de un pueblo nuevo. Todo lo que estudia toma sentido en
cuanto se acomoda dentro de una cosmovisión cubana nacida en las
Lecciones de Filosofía del Padre Fundador, Félix Varela. Por
ello, Europa y Norteamérica no lo absorben, no lo trasforman, le
enseñan cómo insertar, con su auténtica identidad, a Cuba en el
mundo y, a la vez, cómo hacer más nuestro el mundo.
Ha sido Mendive quien no solo con el corazón, sino también con
las ideas ha formado al continuador de una tradición de pensamiento.
Y ¿quién ignora que el maestro de Martí es, a su vez, el alumno
amantísimo de Don Pepe, de José de la Luz y Caballero? El primero en
saberlo es el propio Martí. Él coloca a Luz en el sitial más alto
que cubano alguno lo haya hecho como formador de la "idea
patriótica" y padre intelectual de la generación del 68. ¿Hay acaso
amor más desgarrante que el de este hijo por ese padre de ideas?
Afirma Martí:
"Él, el padre; él, el silencioso fundador; él, que a solas ardía
y centellaba, y se sofocó el corazón con mano heroica, para dar
tiempo a que se le criase de él la juventud con quien se habría de
ganar la libertad que solo brillaría sobre sus huesos (...) él, que
se resignó —para que Cuba fuese— a parecerle, en su tiempo y
después, menos de lo que era (...) ha creado desde su sepulcro,
entre los hijos más puros de Cuba, una religión natural y bella, que
en sus formas se acomoda a la razón nueva del hombre, y en el
bálsamo de su espíritu a la llaga y soberbia de la sociedad cubana;
él, el padre, es desconocido sin razón por los que no tienen ojos
con qué verlo, y negado a veces por sus propios hijos".
Luz había librado una batalla silenciosa, agotadora, en la cual
había quebrantado su salud contra todos aquellos que bajo la
influencia de una filosofía de moda en Europa, habían colocado entre
paréntesis la "idea patriótica" de Félix Varela (la necesidad del
conocimiento todo, para construir a Cuba, la Cuba que no era y que
podía llegar a ser por la obra y el esfuerzo de sus hijos).
Desde un eclecticismo espiritualista se había intentado desmontar
todo lo que implicaba el esfuerzo de Varela por crear una ciencia y
una conciencia cubanas; los impugnadores del pensamiento vareliano
no hacían otra cosa que aplicar las ideas del conservadurismo
europeo con respecto a la Ilustración y a la Revolución Francesa.
Los que habían levantado las banderas de que en Cuba no podía surgir
un pensamiento propio, afirmaban que el patriotismo cubano era solo
de "casabe y plátano frito", de "amor al Mayabeque y al Almendares",
de patriotismo de paisajismo, pero no, como quería Varela, de
pensamiento y cultura, de ciencia, conciencia y virtud.
En esa disminución de valores las puertas estaban abiertas para
la consolidación del colonialismo a la española o a la
norteamericana porque, afirmaban, los cubanos no tenían la cultura
ni la capacidad en que sustentar sus aspiraciones a la creación de
la nación. En defensa de la "idea patriótica" vareliana, Luz elabora
sus textos educacionales, éticos y teóricos. Dos principios, que ha
aprendido de su maestro Varela, y heredan sus discípulos, y los
discípulos de sus discípulos, resumen las bases de todo el
pensamiento creador del siglo XIX: "el filósofo como es tolerante es
cosmopolita, pero debe ser ante todo patriota"; "todo es en mí fue,
en mi patria será". Todo el conocimiento para construir a Cuba; para
cimentar una patria que "no es" pero que "puede y debe llegar a
ser".
Quien estudie las obras de Luz y Caballero podrá comprobar que,
desde las primeras hasta las últimas, están inspiradas en el
pensamiento de Félix Varela. Fue Luz quien expresó que Varela era
"quien nos enseñó primero en pensar".
En su discurso de toma de posesión de la Cátedra de Filosofía del
Seminario de San Carlos, su primer paso en su larga trayectoria de
educador, Luz declaró a Varela Director Perpetuo de la misma. En su
último discurso, ya cercano a la muerte, su pensamiento fue para su
padre inspirador: "porque ya yo, señores, me voy acercando al
término que Dios concede a la vida en estos climas, como decía ese
ilustre Padre Varela cuya memoria vive conmigo y me acompaña por
doquiera (...), como él también, llegaré yo al borde del sepulcro
haciendo, en el último suspiro un voto fervoroso por la prosperidad
de mi patria".
Sería Luz quien definiera el camino trazado por su Maestro para,
desde la "idea patriótica", crear "la idea cubana": "nos proponemos
fundar una escuela filosófica en nuestro país, un plantel de ideas y
sentimientos, y de métodos. Escuela de virtudes, de pensamientos y
de acciones; no de expectantes ni eruditos, sino de activos y
pensadores". Virtudes para pensar, pensar para actuar, actuar para
cambiar la realidad; barrer "la suciedad de la sociedad" para
convertirla en sociedad de virtudes y conocimientos, único modo de
liberar al hombre de todas sus cadenas, las internas que no le
permiten dar vuelo a su espiritualidad y las sociales que impiden su
dignidad plena. Esos son los hombres que para Varela, Luz y Martí,
pueden construir la patria libre y justa.
Varela y la idea patriótica
Un estudio comparativo de los textos de Martí, Luz y Varela, al
margen de procesos de época y coyunturales, de desarrollos
específicos, de tendencias predominantes en cada momento, demuestra
el fondo común que existe en las tres figuras; más aún, en ellas
está la irradiación de un movimiento de pensamiento que llegó a
extenderse por todo el país y mantuvo, conciente o no —no siempre se
tiene consciencia del origen de ciertas ideas y de las motivaciones
de ciertos comportamientos—, el ideal y las bases fundamentales de
los proyectos que para una Cuba mejor se han defendido en dos siglos
de existencia de la "idea cubana".
Desde esta comprensión de la creación vareliana lo trascendente
no es solo la Cuba soñada sino, y más aún, la Cuba pensada; los
sueños, sueños son; lo trascendente es la acumulación, decantación,
superación, profundización de las ideas sobre la base de "realidades
brutas", solo reducibles por las ciencias aplicadas, sean físicas o
sean sociales. Es desde el conocimiento y desde su aplicación a la
realidad que se sostienen los proyectos de sociedades nuevas y
emancipadas.
Para ello había que pensar, según Varela, con cabeza propia pues
"nadie puede caminar con pies ajenos". Y ese fue el gran aporte de
toda la obra vareliana a la cultura, a las ciencias, al pensamiento
de la emancipación cubana y latinoamericana. Véase la actualidad de
su pensamiento americano: "El americano oye constantemente la
imperiosa voz de la naturaleza que le dice: Yo te he puesto en un
suelo que te hostiga con sus riquezas y te asalta con sus frutos; un
inmenso océano te separa de esa Europa donde la tiranía
ultrajándome, holla mis dones y aflige a los pueblos; no la temas:
sus esfuerzos son impotentes; recupera la libertad de que tú misma
te has despojado por una sumisión hija más de la timidez que de la
necesidad; vive libre e independiente; y prepara asilo a los libres
de todos los países; ellos son tus hermanos".
Ante una insidiosa afirmación, escribe: "Cuando yo ocupaba la
Cátedra de Filosofía del Colegio de S. Carlos de La Habana pensaba
como americano [latinoamericano]; cuando mi patria se sirvió a
hacerme el honroso encargo de representarla en Cortes, pensé como
americano; en los momentos difíciles en que acaso estaban en lucha
mis intereses particulares con los de mi patria, pensé como
americano; cuando el desenlace político de los negocios de España me
obligó a buscar un asilo en un país extranjero [Estados Unidos] por
no ser víctima en una patria, cuyos mandatos había procurado cumplir
hasta el último momento, pensé como americano; y yo espero descender
al sepulcro pensando como americano".
En su Cátedra de Filosofía llevó a cabo la extraordinaria tarea
de liberar el pensamiento de las estructuras góticas del pensamiento
medieval para sentar las bases del pensamiento de liberación cubano;
desarrolló el pensamiento lógico sobre las bases de los nacientes
métodos de las ciencias modernas; e introdujo los estudios de Física
experimental, convirtiéndose en uno de los grandes fundadores del
pensamiento científico y de las ciencias cubanas. En otro sentido,
en esas lecciones trazó los tres principios fundamentales de la
acción política que tipifican las esencias del pensamiento
revolucionario cubano: "preferir el bien común al bien individual;
no hacer nada que vaya contra la unidad del cuerpo social; y hacer
sólo lo que es posible hacer".
Al ocupar la Cátedra de Constitución fue el primero en hablar en
Cuba del derecho del pueblo y de los contenidos de las ideas de
soberanía y democracia. Una pléyade de jóvenes, después famosos
científicos como Felipe Poey, o educadores y filósofos como José de
la Luz y Caballero, o historiadores y "sociólogos" como José Antonio
Saco, poetas y revolucionarios como José María Heredia, sintieron a
Varela como su Maestro y quien les había enseñado a pensar y actuar,
con método científico y amor de poeta, en, para y por Cuba y
América. Porque, a mi modo de ver, lo más significativo de las
enseñanzas de Varela, lo más original, es que todo ese conocimiento,
contenido en sus Lecciones de Filosofía, concluía en la
"lección única de patriotismo". Hacer ciencia, hacer cultura,
educar, trabajar, construir, desgarrarse hasta lograr que Cuba al
fin fuese el "hogar común de todos" era, ante todo, la "más sagrada"
misión patriótica.
La propuesta de Varela partía, ante todo, de lograr "el conócete
a ti mismo" del cubano. Tal y como había surgido en los griegos, en
el origen del pensamiento occidental, Varela se plantea el mismo
punto de partida para el pensamiento cubano. Visto así, es posible
entender la frase de Roberto Agramonte que le atribuye al Profesor y
sus discípulos la intención de "crear una sophia cubana que
fuera tan sophia como lo fue la griega para los griegos".
Sobre la base de ese punto de partida se encuentran las tres
preguntas del saber cubano: ¿De dónde venimos?; ¿Quiénes somos?; ¿A
dónde vamos?
La idea martiana de que "patria es humanidad", de que no es el
odio a otro pueblo, ni es una raíz étnica, sino "la unión dulcísima
y consoladora de amores y esperanzas", tiene su origen en las
lecciones de patriotismo de Félix Varela. Pero ¿cuál es la "idea
patriótica" que da forma a la "idea cubana"?
El concepto de patria no es común entre los teóricos. Sin
embargo, Félix Varela dedica la lección terminal de su estudio de
filosofía a una lección última de patriotismo. Todo el conocimiento
está en función de una obra común que es la creación de una patria
nueva, auténtica y cubana, que no es copia sutil ni en miniatura de
otros modelos, sino exigencia surgida de una realidad singular y
específica. Su esfuerzo se encamina primero a liberar al pensamiento
de las ataduras escolásticas y del mimetismo que resulta del
rebajamiento intelectual ante la producción foránea. Su segundo paso
es crear una filosofía de la emancipación que tiene por centro la
necesidad y, a la vez, la capacidad "para pensando con cabeza
propia", analizar y solucionar los problemas que la realidad
concreta y específica cubana y americana colocan como materia prima
de todo conocimiento.
La propia vida de Félix Varela fue una puesta en práctica de sus
ideas. Desde el periódico El Habanero, promovió y organizó una labor
de conciencia patriótica con el objetivo de que Cuba fuese libre e
independiente. Unido a sus ideas creadoras del pensamiento cubano es
uno de los primeros en promover la independencia cubana. Pero no lo
hizo como otros de su tiempo. Se opuso a que la libertad de Cuba
fuese obtenida con la ayuda de potencias extranjeras. Esa convicción
lo llevó a no aceptar las propuestas anexionistas. Para él, Cuba
debía ser tan libre en lo político como Isla es en la naturaleza.
Esa libertad no sería para el goce de una minoría, sino para la
realización de las mayorías. En uno de sus trabajos, que a mí
personalmente más me ha impresionado por la época en que lo
escribió, expresa lo que es para él el "espíritu público": "el
pueblo no es tan ignorante como le suponen sus acusadores (...)
Verdad es que carece de aquel sistema de conocimientos que forman
las ciencias, pero no de las bases del saber social; esto es, de las
ideas y lo sentimientos que se pueden hallar en la gran masa y que
propiamente forman la ilustración pública (...) El interés social no
es un impulso de la sensibilidad, sino de la razón; y algunas
teorías, llamadas filosóficas para deshonra de la Filosofía, no son
sino delirios que sirven de castigo a los mismos delirantes. Existe
sí, existe el espíritu público y mucho más en los pueblos, cuyas
circunstancias proporcionan pábulo a esa llama que destruye el
crimen y acrisola la virtud...".
Ciencia y conciencia, con virtud, serían las bases de la
construcción de una patria nueva. Martí lo diría en otros términos:
"ser cultos para ser libres". Pero ser cultos es dominar la ciencia
y tener conciencia. Ambos constituyen la base de la verdadera
libertad. Pero la libertad, si es verdadera, es para elegir las
mejores opciones para crear una comunidad humana en la cual se
realice la más alta condición del hombre; es combatir el vicio, la
vagancia, la insensibilidad. Es la creatividad unida a un verdadero
goce estético en el placer de crear desde lo individual hasta el
conjunto social. Patria, en su definición, es la tierra de los
padres; es un concepto que recoge lo emocional para dominarlo y
ponderarlo por lo que es necesario el justo freno de la razón
analítica. Hacer patria es, en la tierra de estos padres, edificar
la sociedad que soñaron y pensaron. No es un esquema sino un
espíritu vivificador que vibra ante toda realidad cambiada y
cambiante.
Félix Varela fue el padre fundador de la idea patriótica cubana;
el padre de los padres de la patria. A través de su escritura lo que
brota, como fuerza permanente de su condición humana, es el amor:
sensibilidad y espiritualidad en la interioridad del ser humano;
pasión virtuosa en la creación social.
En los orígenes de la "idea patriótica" cubana está el que nos
enseñó, primero a pensar en Cuba, para, desde ella, abrir los
espacios para la humanidad toda. |
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