Al
referirse a Oriente Medio, el presidente de Estados Unidos, Barack
Obama, expresó: "No queremos ver una carrera de armas nucleares en
una de las zonas más volátiles del mundo". Lo dijo durante una
reunión privada en la Casa Blanca, nada más y nada menos que junto
al primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu.
¿Habrá cinismo más grande, cuando se sabe que Israel posee unas
300 armas nucleares entregadas por Washington?
El mandatario consideró "inaceptable" desde la perspectiva de
Israel, que la nación persa tenga el arma nuclear. Por supuesto, se
refiere a que ningún país soberano puede osar enfrentarse al poder
hegemónico de Estados Unidos, y mucho menos si este se encuentra a
pocos pasos de sus "socios israelíes".
Afirmó que "todas las opciones están sobre la mesa" para impedir
que el país islámico desarrolle armas nucleares, aunque Teherán ha
reiterado en más de una oportunidad el carácter pacífico de su
programa.
En medio de crecientes amenazas de un ataque militar israelí
contra Irán sin previa consulta, las aseveraciones de Obama no son
casuales. Se producen en el ámbito de la conferencia anual del
Comité de Acción Política Americano-Israelí (AIPAC), el principal
grupo de presión sionista en EE.UU., a quienes el inquilino de la
Casa Blanca quiere complacer a toda costa, sobre todo en el año
electoral.
Obama solo ha ratificado lo obvio, su doble rasero. Ha reconocido
públicamente la fabricación y tenencia de armas nucleares por parte
de Tel Aviv, ha reiterado que tomará las medidas necesarias para no
limitar a Israel en el tema de la proliferación de armas nucleares,
y ha dicho que vetará cualquier resolución contra el Estado
sionista.
El primer presidente negro no ha cambiado nada en Washington
continúa arrogándose el derecho de decidir el destino de pueblos y
gobiernos. Si alguno se atraviesa en sus planes de dominación
mundial, como ha afirmado, no dudarán en destruirlo¼
con las mismas armas que prohíben a unos y proveen a otros.