El aura del paisaje

TONI PIÑERA

Muchos artistas no se limitan a recrear la naturaleza (considerada por el mundo antiguo como un modelo de perfección inalcanzable). Cada época, cada generación, ha encontrado la forma de abordarla a través de diferentes modelos interpretativos. En el siglo XX se desarrolló una acción fuertemente posesiva de la naturaleza, a tal punto que Bertolt Brecht definía como una actitud característica del hombre moderno esa intervención.

Sin embargo, ya a mediados del pasado siglo y hasta hoy, se observa en numerosos creadores un cambio de actitud tendiente a restituir el valor conceptual de la naturaleza y darle una relevancia ya no inspirada en un temor reverencial sino en un lugar en el cosmos en el que el hombre forma parte de ella. Sea esta introducción una manera de acercamiento a la obra del joven artista Alberto Hernández Reyes (La Habana, 1976) quien se extiende a formas expresivas en la pintura del paisaje, en óleo sobre lienzo, para tratar de ofrecer una mirada personal sobre la naturaleza circundante, a partir de la representación difusa de sus elementos primordiales.

No resulta un secreto para nadie el hecho de que cada creador, no importa la técnica que trabaje, vive obsesionado por un conjunto de imágenes que lo atormentan y hasta alimentan su fantasía artística. Y este creador autodidacta, quien ahora nos convoca a su muestra Impermanencias, en el Palacio de Lombillo, no constituye una excepción. Con un acento personal (lo metafísico, lo simbólico, lo ilusorio, lo topológico) el artista desarrolla sus metáforas sobre la tierra. Por momentos adquiere la forma de un mar embravecido, con sus olas de nubes y montañas, tapizados por una neblina de tiempo, otras veces toma formas fantasmales, de cuerpos¼ , el campo visual se recrea ante tanta astucia imaginativa.

Un paseo por sus creaciones deja ver paisajes cromáticamente sobrios, donde se posan los ocres, grises, naranjas¼ No hay excesos. Ajustado en el color, encuentra en él un elemento definidor de su pintura presente, configurando espacios, creando el clima preciso que envuelve sus creaciones.

En la superficie de sus pinturas está todo: la luz, el fuego, el espacio y el tiempo. Él pinta lo que ven sus ojos —incluso en la mente— y establece un juego de imágenes pictóricas que despiertan en el espectador múltiples evocaciones.

 

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