Sin embargo, esta es solo una proyección, un estimado, una meta
que depende para su concreción de la convergencia y correcto
funcionamiento de diversos factores, hecho que redundará, en última
instancia, en que toda esta mercancía no pase a engrosar inventarios
envejecidos, y satisfaga de forma efectiva las necesidades de la
población.
Recordemos que el 2011 dejó tras de sí el mal sabor de que las
ventas de materiales de la construcción alcanzaran solo un 50 % de
lo previsto, así como las de insumos agrícolas y productos de aseo e
higiene liberados, tres programas que se iniciaron ese año y que, a
pesar de la falta de experiencias previas en su introducción en el
mercado minorista, se vieron entorpecidos por otras condicionantes.
Entre ellas podríamos mencionar los atrasos en la contratación
con los proveedores y en la formulación de fichas de costo y precios
(sobre todo en materiales de la construcción), deficientes o nulos
estudios de mercado y pobre gestión comercial. A ello debemos sumar
la mala calidad que en ocasiones presentaron las producciones
ofertadas.
Recientemente Mary Blanca Ortega, ministra del sector, alertaba
que era necesaria una actualización urgente en las técnicas y
mecanismos del comercio por parte de directivos, especialistas y
trabajadores en general.
Y es que la entrada en circulación de nuevos productos en la red
de tiendas del MINCIN, y la posibilidad de adquirirlos a través de
diferentes formas de pago, ha diversificado y complejizado la
actividad comercial minorista en moneda nacional y ha incrementado
significativamente sus planes y niveles de ventas. En este contexto,
indicadores como la calidad y acabado de los productos que se
ofertan, adquieren una dimensión determinante, sobre todo cuando se
expenden sin subsidios, a precios más elevados.
La población, lógicamente, cuida su bolsillo, busca y exige
parámetros en cada una de las ofertas que respondan a una relación
coherente calidad-precio, y es deber de las instituciones de
Comercio garantizarlos. De lo contrario, no importa cuán buena
gestión comercial se realice o cuán eficiente sea la colocación del
producto en el mercado; si no tiene calidad y un precio acorde a
ella, terminará inmovilizado en un almacén.
Y esta afirmación no solo incluye los nuevos productos, tanto
industriales como alimenticios, que han entrado al mercado
minorista, sino también a los que tradicionalmente se han vendido en
las tiendas en moneda nacional.
Por lo que unido a una correcta planificación y conocimiento de
las necesidades de cada región, exigir a los proveedores el
cumplimiento contractual de estos parámetros en la mercancía que se
entrega, debe ocupar también un lugar importante en el esfuerzo por
organizar y hacer eficiente el comercio.
En este aspecto, la industria nacional ha demostrado que debe
prepararse mejor para alcanzar en sus producciones los
requerimientos que la población exige.
Aunque muchos factores convergen en que un inventario sea
declarado de lento movimiento, la calidad de la mercancía que se
oferta va a decidir que el destino de ese producto sea el que tenía
previsto. Velar por esta condición se hace indispensable, no solo
para garantizar un desarrollo óptimo del comercio minorista en el
país, sino como un principio inviolable de respeto al pueblo.