López Oliva en Bellas Artes

La desnudez de las máscaras

VIRGINIA ALBERDI BENÍTEZ

Es un dato de significación el hecho de que, a partir de los años 90, Manuel López Oliva (Manzanillo, 1947) haya derivado su pintura hacia la representación alegórica de los conflictos humanos. Lo que quizá a algunos pareció un giro sorprendente e inusual en medio del reacomodo de las tendencias artísticas predominantes durante la década anterior —semejante al de un jugador de fútbol que se sitúa fuera de lugar para anotar el gol—, ha ido ganando consistencia como una de las perspectivas más incisivas del discurso plástico cubano de los últimos años, tal como se puede apreciar en estos momentos y hasta el 15 de abril en el Edificio de Arte Cubano, del Museo Nacional de Bellas Artes.

Al margen del arte conceptual, Mimesis —así se titula esta exposición— expresa un concepto: la validez de las herramientas artísticas, en este caso pulidas mediante el análisis y la intelección por una parte y por otra a través del oficio y la meticulosidad compositiva, para discurrir sobre conductas y valores, en un entramado que se nos antoja como una misteriosa pedagogía de las convicciones y los sentimientos.

Pero como los caminos del arte para López Oliva no son directos, sino oblicuos como corresponde a una visión que se ha ido formando como parte de su comprensión de la propia historia del arte, el pintor opta por proponer metáforas que exigen al espectador involucrarse como lo haría en la platea de un teatro. Porque las tramas teatrales y rituales de la pintura de López Oliva, plasmadas con cierto regusto neobarroco en la mirada, trascienden las interpretaciones lineales.

El uso recurrente de las máscaras no debe ser obstáculo para la contemplación. Por el contrario, detrás de ellas palpita, desnuda, el alma humana, sus grandezas y miserias, sus altibajos. Recuerdan y confirman, en todo caso, la carnavalización, según la teoría de Mijail Bajtin, como procedimiento para develar esencias.

A su modo lo ha dicho la curadora del museo, Hortensia Montero, al introducir la muestra: "Su pintura y los performances que de ella derivan son intensamente alegóricos, piezas de elementos simbólicos, plurisignificativos, dentro de la impresionante corporeidad pictórica que acentúa el verismo de las figuras, de las cuales emana una intensa reflexión sobre la naturaleza del individuo".

Como la exposición se inauguró en vísperas de la conmemoración del natalicio de José Martí, el autor quiso dedicarla al Apóstol y ello trajo alguna confusión. Hubo quienes esperaron encontrar retratos de Martí o escenas relacionadas con su vida y obra. No tuvieron en cuenta que al calificado con plena razón el más universal de los cubanos se le honra también desde la apropiación de uno de sus legados más fecundos: el de la eticidad que sustenta nuestra cultura de resistencia.

Es que, más allá o más acá de los códigos y el reto que se nos impone para descifrarlos, la pintura de López Oliva es esencialmente ética.

 

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