Hasta el más mínimo detalle de esta institución inspira respeto y 
			solemnidad y deviene homenaje eterno de los cubanos a quien vestido 
			de preso y atado a un grillete sentenció: "El orgullo con que agito 
			estas cadenas valdrá más que todas mis glorias futuras... ".
			Y justamente para rescatar y preservar esa historia nace la 
			Fragua. Su creación se remonta al año 1938, cuando un grupo de 
			martianos, encabezados por Gonzalo de Quesada y Miranda, hicieron un 
			llamado a la nación para conservar parte de las canteras de San 
			Lázaro y convertirla en un lugar sagrado para venerar al Apóstol de 
			la independencia de Cuba.
			Años después se logró el permiso para establecer un Rincón 
			Martiano, pero se fue evidenciando la necesidad de contar con un 
			local apropiado para que los Grupos Martianos desarrollaran su labor 
			de divulgación. Luego, tras vencer numerosos obstáculos, el 28 de 
			enero de 1952, se inauguró el Museo Fragua Martiana.
			Explica David Hernández Duany, su director, que el Museo adscrito 
			a la Universidad de La Habana fue declarado Monumento Nacional y 
			materializa en su acción cotidiana la labor de extensión 
			universitaria y la sedimentación de valores patrióticos y morales en 
			las nuevas generaciones. "Esa es nuestra misión".
			También realizan labores de investigación y desarrollan un 
			sistemático programa cultural en el que involucran a la comunidad.
			A seis décadas de abrir sus puertas, cada distinción o 
			reconocimiento recibido, entre ellas la más reciente, Pensar es 
			Servir, constituye un compromiso para el colectivo de trabajadores, 
			que ofrece al visitante lo mejor del pensamiento martiano. 
			Un recorrido por las ruinas de las canteras de San Lázaro, el 
			Jardín de los Recuerdos y el Rincón Martiano, permite adentrarnos en 
			la vida y obra de quien fue identificado como el preso 113.
			Al echar una ojeada a los objetos exhibidos en sus tres salas, 
			llaman la atención el revólver, la almohadilla de olor regalada por 
			María García Granados (La niña de Guatemala) y un buró utilizado 
			como escritorio en Nueva York, entre otros.
			Asimismo, la bandera cubana que ondeó en el Pico Turquino, cuando 
			un grupo de martianos, entre ellos la heroína Celia Sánchez, 
			colocaron una efigie del Apóstol.