Clarísimas las intenciones conceptuales del director Eduardo del 
			Llano ––el arte como transformador de vidas en cualquier época y 
			espacio––, la gracia radica entonces en ver cómo filma una historia 
			que transcurre en la Florencia del siglo XV, con un joven Leonardo 
			da Vinci acusado de sodomía y preso en una mazmorra, junto a un 
			asesino y a un ladrón.
			La primera reacción de los malhechores será "banquetearse" 
			sexualmente al suave y elegante garzón, que ya a los veintitantos 
			era conocido en Florencia por su donaire y verbo fácil. Sin embargo, 
			muy rápido Leonardo los paraliza con un primer despliegue de su 
			ingenio y capacidad creativa.
			En lo adelante asistiremos a una trama de transformaciones 
			humanas bastante adivinables.
			
			Vinci es un mediometraje que ronda la hora de duración y en 
			ese tiempo el trazado de sus personajes debe convencer en una 
			historia que no obstante asumirse de punta a cabo como un drama con 
			algo de aire teatral, desordena a ratos los tonos por los que se 
			desliza.
			Se aprecian atisbos, si bien mínimos, de una cierta humorada 
			sainetista que quizá no se buscara, pero aflora en detrimento de la 
			dramaturgia (y no se trata en este caso de esos momentos de 
			distensión y hasta risas que pueden aparecer en cualquier drama para 
			no cargar la intensidad).
			Carlos Gonzalvo, por otra parte (el ladrón preso), es un actor 
			probado y camaleónico, pero con un carisma tan grande hacia la 
			comicidad que en términos de matices puede confundir a cualquier 
			director que no busque exactamente eso de él.
			En la transición de los duros y temerarios reos cautivados por la 
			magia del arte desplegado por da Vinci, tiene la historia una dura 
			prueba. El director la vence a medias, porque no siempre puede 
			evitar que los subrayados didácticos de su filme de tesis se diluyan 
			en la armonía de la historia. 
			Más claro: allí donde la sugerencia debió prevalecer, se ve 
			demasiado la mano en querer demostrar. 
			Hermosa e ingeniosa a ratos, con la prueba de fuego de estar 
			filmada en una sola locación y (en lo fundamental) con tres actores; 
			además de tener encomiables fotografía, banda musical y 
			ambientación, Vinci es de esos filmes que pensados como guion 
			seducen y crean expectativas.
			De ahí quizá que, plasmado ya en pantalla y como realización 
			artística en general, se le pida un poco más.