Posee
uno de los idiomas más cercanos al latín que llega hasta nuestros
días, sus viñas son de las más provechosas de la región. Moldavia es
considerado hoy, sin embargo, el país más pobre de Europa. Desde la
desintegración de la Unión Soviética, en 1991, y la consiguiente
proclamación de su independencia, la nación ha intentado sin mucho
éxito alcanzar madurez política y económica. Su ubicación, justo al
límite entre el Este y el Oeste del continente, otorga al Gobierno
de Chisinau, capital del país, un peso estratégico en la zona, lo
cual ha sido la causa principal de sus conflictos.
Y es que dentro de las fronteras moldavas pugnan por prevalecer
dos concepciones muy distintas de afrontar el presente y trazar el
futuro: la rumana y la rusa. La nación se encuentra polarizada entre
la población de origen rumano, que manifiesta abiertamente su
intención de adherirse a este país, y los habitantes con inclinación
rusa, que valoran la fidelidad hacia Moscú como el camino más seguro
a la prosperidad.
Pero si en esta región del mundo existen dos países profundamente
opuestos, ellos son precisamente Rumanía y Rusia. El primero
pertenece a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y
planea ingresar en la Unión Europea (UE), lo cual le convierte en un
fuerte aliado de Estados Unidos, a escasos pasos del Kremlin. Rusia,
a su vez, observa con recelo la posición rumana y está resuelta a
conservar su influencia sobre ese territorio.
Todo este entramado se refleja sobre Moldavia y repercute en su
situación política y económica. Por si fuera poco, su potencial
fusión con Bucarest motivó en 1991 a varios distritos de la orilla
izquierda del río Dniéster, cuya población es mayormente rusa, a
proclamar de forma unilateral la República Moldava de Transnistria,
con capital en la ciudad de Tiraspol. Allí se concentraba el
principal aparato industrial del país, y su pérdida, unida a la
decisión de Rusia de suspender las importaciones del vino moldavo,
provocó un abismal deterioro en las finanzas de la nación.
Es Transnistria, pues, la asignatura pendiente de Chisinau, un
problema para el cual no se vislumbra solución inmediata y que
complejiza aún más el panorama político de la región. Moldavia no se
resigna a perder su zona más productiva, pero Tiraspol solidifica
constantemente su autonomía, incluso tiene ya su propia moneda, un
Parlamento escogido cada cuatro años, un jefe de Estado y una
frontera bien delimitada y protegida.
El respaldo de Rusia a las autoridades del lado izquierdo del
Dniéster ha distanciado en los últimos años a Chisinau de Moscú.
Desde el comienzo del siglo XXI la mayoría de las fuerzas políticas
con preferencias pro-rusas han girado hacia una orientación
pro-occidental basada en la cooperación con la UE. No obstante, esta
vía tampoco parece contribuir a mejorar la situación actual. Después
de más de cinco años sin contactos, en el 2011 se retomó la
denominada fórmula 5+2, con Rusia, Ucrania y la Organización para la
Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) como mediadores, Estados
Unidos y la UE como observadores, y Transnistria y Moldavia como
partes en conflicto.
Chisinau exige el reconocimiento de la integridad territorial de
su país, la sustitución de las fuerzas militares rusas presentes en
Tiraspol por una misión civil internacional y un estatus político
especial para Transnistria dentro de la República.
Al mismo tiempo, Moldavia lleva dos años y medio sin Presidente
debido a que ninguno de los candidatos ha logrado alcanzar los 61
votos necesarios para ocupar la jefatura de Estado. El pasado 16 de
diciembre, el presidente del Parlamento, Marian Lupu, se quedó a
tres votos de la mayoría necesaria. Posteriormente, Lupu, que como
presidente del Parlamento había ejercido la jefatura de Estado en
funciones, anunció a finales de diciembre su retirada de la elección
para abrir nuevas vías de negociación entre las partes.
Este domingo, la coalición de derecha gobernante anunció la
preparación, para antes de abril próximo, de un referendo sobre la
elección del Presidente, durante el cual los ciudadanos podrán
proponer sus correcciones al proyecto de ley sobre la votación
directa del mandatario, que en la actualidad se realiza mediante
sufragio interno en el legislativo. La situación es complicada, pues
la más fuerte candidata es la autodenominada alianza "Por el ingreso
a la Unión Europea", pero los parlamentarios comunistas reclaman la
ruptura de esta coalición y la candidatura de alguien ajeno a
cualquier partido político.
Mientras la situación avanza, fenómenos como la pobreza y la
corrupción se han generalizado y han provocado la pérdida de
confianza de los ciudadanos en el sistema político. La emigración
hacia el Occidente del continente se ha convertido en la principal
solución a la que acuden mayormente los jóvenes en una nación donde
las encrucijadas parecen no tener fin.