Una vez más Londres da señales inequívocas de prepotencia ante el
reclamo argentino de soberanía de las islas Malvinas, Georgias del
Sur y Sandwich del Sur. Con una actitud recalcitrante, la nación
europea se niega a todo tipo de diálogo. En recientes declaraciones
a la BBC, el primer ministro de Reino Unido, David Cameron, descartó
negociar, y se manifestó por mantener siempre la "vigilancia" de las
islas situadas en la plataforma continental de América del Sur.
Desde 1833 Reino Unido mantiene ocupados esos territorios
incumpliendo con las resoluciones de la ONU al respecto, que
plantean la necesidad del diálogo como vía de entendimiento. Sin
embargo, la nación sudamericana las reclama como una zona integral e
indivisible de su territorio que se halla ocupada ilegalmente por
una potencia invasora. En tal sentido las hace parte de la Provincia
de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur, en donde
son agrupadas junto a las islas Georgias del Sur, Sandwich del Sur y
Orcadas del Sur en el Departamento Islas del Atlántico Sur. La
disputa comprende también los espacios marítimos adyacentes a las
islas.
La posición de Londres tiene diversas lecturas. Por un lado la
importancia estratégica para futuros planes de expansión en la
Antártida, pieza clave para reclamar posiciones privilegiadas. Por
otro, los 60 000 millones de barriles de crudo que, de acuerdo con
estudios preliminares, podría tener ese territorio insular, un filón
muy atractivo ante las cada vez más agotadas reservas del oro negro.
A ellos se suma la permanente presencia de los yankis en todo lo
que huela a injerencia. En este caso, su doble moral es
escalofriante. Pese a su tan llevada y traída "América para los
americanos" (Doctrina Monroe-1823), apoyaron resuelta y
descaradamente a Reino Unido durante la guerra anglo-argentina de
1982 por las Malvinas. Su objetivo: apuntalar el dominio de Londres
de una zona que forma parte del sistema integrado de defensa de la
OTAN y de los planes militares estadounidenses en el Atlántico Sur.
El apoyo de Washington a su socio europeo demostraba la farsa del
Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), por el cual
supuestamente todos los países del sistema interamericano estaban
obligados a rechazar cualquier invasión de un país fuera de la
región. Entre los artículos de este pacto de defensa de 1947 está el
3.1 en el cual se establece que "un ataque armado por cualquier
Estado contra un Estado Americano, será considerado como un ataque
contra todos los Estados Americanos". El TIAR se ha invocado, al
menos 20 veces, pero solo de acuerdo con los intereses de la Casa
Blanca, lo mismo para tratar de aislar a Cuba que en aras de
justificar su llamada guerra contra el terrorismo.
Los pueblos de Nuestra América hacen suyo el histórico reclamo
argentino. El ejemplo más reciente, el de la Declaración adoptada en
la pasada Cumbre del Mercado Común del Sur (MERCOSUR), da fe de
ello. Brasil, Chile y Uruguay ratificaron su respaldo a la petición
de Argentina de prohibir que barcos con bandera de las islas
atraquen en sus puertos. Desmintieron así las afirmaciones del
ministro de Asuntos Exteriores británico, William Hague, quien
aseguró esta semana que los gobiernos de esas tres naciones
sudamericanas se habían comprometido a no acatar esa solicitud.
Ante frustradas propuestas de negociación, presiones, e incluso
amenazas de profundizar el conflicto, solo queda claro que las islas
Malvinas continúan siendo un enclave colonial en pleno siglo XXI y
que a la República Sudamericana le asiste todo el derecho de
reclamar su soberanía.