Génesis de la pelota cubana

Jugábamos con el corazón.-Ramón Hechavarría

EDUARDO PALOMARES CALDERÓN

foto del autor"Si muchos pensaron que la erradicación del béisbol profesional era una locura, fue realmente porque jamás imaginaron que tras escuchar los argumentos con que Fidel nos convocó a participar en la Primera Serie Nacional, nosotros saldríamos a jugar con el corazón".

Al celebrarse este sábado el aniversario 50 del trascendental acontecimiento, para Ramón Hechavarría Yate, receptor del debutante equipo Orientales, esa continúa siendo la esencia del éxito de aquella decisión, de los triunfos y alegrías que ha regalado al pueblo la pelota revolucionaria.

"Varios días antes nos alojaron en Playa Bacuranao. Allí nos decían ‘guajiritos’, porque la mayoría nunca había estado en La Habana, y como no existían los programas de entrenamiento de ahora, ni esos videos por donde ver pelota del más alto nivel, lo que hacíamos era un poco de ejercicios físicos y practicar y jugar mucho", recuerda el entrevistado.

"Desde la primera bola bateada por Fidel todo fue emocionante, y quizás por el desespero en las primeras 17 veces al bate, no di ni un jit. Nuestro director, Pedro ‘Natilla’ Jiménez, me dijo: ‘Oye qué pasa, tanto que tú bateas en Oriente’. Y ahí me destapé, pues fuimos subcampeones y terminé segundo en bateo, segundo en jonrones y primero empatado con otros tres compañeros en impulsadas".

Nacido en Santiago de Cuba el 24 de agosto de 1938, y residente en Palma Soriano desde los primeros meses de vida, el "Chava", como cariñosamente fue apodado, intervino en 17 clásicos nacionales y defendió los colores patrios en los campeonatos mundiales XVII, XVIII y XIX, de República Dominicana, Cartagena y La Habana, respectivamente, en los Panamericanos de Sao Paulo’63, y tres Juegos Centroamericanos, entre otros eventos internacionales.

"Te juro que nunca escuché a nadie hablar de sobresalir para integrar equipos Cuba, guapeábamos por jugar cada día mejor en respeto a la afición que, sin peñas ni comisiones de embullo organizadas, seguía a sus jugadores espontáneamente a cualquier lugar del país.

"De esos años guardo el orgullo de haberle recibido siempre al excepcional Manuel Alarcón, al supersónico Roldán Guillén, quien me rompió varias mascotas y me fracturó algunos dedos; de haber compartido la receptoría con Ricardo Lazo y Lázaro Pérez; de haberlo dado todo, incluso, afectando mi salud.

"Si me tiran una radiografía verán que tuve fracturas en casi todos los dedos, muchas veces me quitaba el yeso antes de comenzar el juego, no sé cuántos golpes recibí por batazos y pelotazos en aquellas caretas de hierro. Recuerdo que cuando Guillén le dio un pelotazo a ‘Yayo’ Linares, le partió el casco y lo derribó, sentí un golpe en mi cara, me brotó sangre, pero seguí jugando sin saber que tenía incrustado un fragmento del casco.

"La pasión se sobreponía al dolor, porque, repito, jugábamos con el corazón, y más sabiendo que el Comandante estaba al tanto de cuanto hacíamos", enfatiza mientras observa una foto donde está con Fidel en aquella madrugada en que al sostener un juego con el equipo que partiría al Mundial de Cartagena, el "Chava" le sirvió de receptor todo el tiempo.

 

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