"Si
muchos pensaron que la erradicación del béisbol profesional era una
locura, fue realmente porque jamás imaginaron que tras escuchar los
argumentos con que Fidel nos convocó a participar en la Primera
Serie Nacional, nosotros saldríamos a jugar con el corazón".
Al celebrarse este sábado el aniversario 50 del trascendental
acontecimiento, para Ramón Hechavarría Yate, receptor del debutante
equipo Orientales, esa continúa siendo la esencia del éxito de
aquella decisión, de los triunfos y alegrías que ha regalado al
pueblo la pelota revolucionaria.
"Varios días antes nos alojaron en Playa Bacuranao. Allí nos
decían ‘guajiritos’, porque la mayoría nunca había estado en La
Habana, y como no existían los programas de entrenamiento de ahora,
ni esos videos por donde ver pelota del más alto nivel, lo que
hacíamos era un poco de ejercicios físicos y practicar y jugar
mucho", recuerda el entrevistado.
"Desde la primera bola bateada por Fidel todo fue emocionante, y
quizás por el desespero en las primeras 17 veces al bate, no di ni
un jit. Nuestro director, Pedro ‘Natilla’ Jiménez, me dijo: ‘Oye qué
pasa, tanto que tú bateas en Oriente’. Y ahí me destapé, pues fuimos
subcampeones y terminé segundo en bateo, segundo en jonrones y
primero empatado con otros tres compañeros en impulsadas".
Nacido en Santiago de Cuba el 24 de agosto de 1938, y residente
en Palma Soriano desde los primeros meses de vida, el "Chava", como
cariñosamente fue apodado, intervino en 17 clásicos nacionales y
defendió los colores patrios en los campeonatos mundiales XVII,
XVIII y XIX, de República Dominicana, Cartagena y La Habana,
respectivamente, en los Panamericanos de Sao Paulo’63, y tres Juegos
Centroamericanos, entre otros eventos internacionales.
"Te juro que nunca escuché a nadie hablar de sobresalir para
integrar equipos Cuba, guapeábamos por jugar cada día mejor en
respeto a la afición que, sin peñas ni comisiones de embullo
organizadas, seguía a sus jugadores espontáneamente a cualquier
lugar del país.
"De esos años guardo el orgullo de haberle recibido siempre al
excepcional Manuel Alarcón, al supersónico Roldán Guillén, quien me
rompió varias mascotas y me fracturó algunos dedos; de haber
compartido la receptoría con Ricardo Lazo y Lázaro Pérez; de haberlo
dado todo, incluso, afectando mi salud.
"Si me tiran una radiografía verán que tuve fracturas en casi
todos los dedos, muchas veces me quitaba el yeso antes de comenzar
el juego, no sé cuántos golpes recibí por batazos y pelotazos en
aquellas caretas de hierro. Recuerdo que cuando Guillén le dio un
pelotazo a ‘Yayo’ Linares, le partió el casco y lo derribó, sentí un
golpe en mi cara, me brotó sangre, pero seguí jugando sin saber que
tenía incrustado un fragmento del casco.
"La pasión se sobreponía al dolor, porque, repito, jugábamos con
el corazón, y más sabiendo que el Comandante estaba al tanto de
cuanto hacíamos", enfatiza mientras observa una foto donde está con
Fidel en aquella madrugada en que al sostener un juego con el equipo
que partiría al Mundial de Cartagena, el "Chava" le sirvió de
receptor todo el tiempo.