Un veterano cronista deportivo asegura haber visto más de 30
pelotas bateadas de foul durante un desafío en el Latinoamericano.
Quizá lo citaba como un posible récord, aunque no lo recoja el
libro mundial Guinness. Sin llevar las cosas al extremo, pensemos
por un minuto que en un choque, como promedio, diez Mizuno 200 van a
parar al graderío del Cerro¼ y hoy
ninguna regresa al campo de juego.
Si en esta Serie Nacional el equipo Industriales tendrá 48 juegos
como anfitrión en su terreno, ¿cuántas pelotas podrán quedar en
manos de los aficionados al final del clásico? Seguro pasarán de
500, muchas de las cuales, sin haber recibido daño alguno, estarían
en condiciones de retornar al diamante.
Hablamos de la vivencia comprobada en el Latino, pero bien puede
suceder en otros estadios del país. A contrapelo de lo que durante
años ha sido una apelación a la conciencia de los aficionados para
que devuelvan las pelotas, algunos argumentan haber pagado su
entrada (un peso) a la instalación y, por tanto, ello les concede el
derecho de llevarse la bola a casa, o, en el peor de los casos,
revenderla en 5 CUC en la calle.
A los precios del mercado internacional, una Mizuno 200 cuesta 7
dólares. Si lo llevamos al cambio en moneda nacional, serían 168
pesos por uno solo de esos artículos indispensables para que
disfrutemos de nuestra Serie Nacional de Béisbol.
¿Acaso por pagar un peso por la entrada a los estadios podemos
sentirnos con el derecho de guardar la pelota que va de foul a las
gradas?