¿Por qué no devolverla?

Alfonso Nacianceno
alfonso.gng@granma.cip.cu

Un veterano cronista deportivo asegura haber visto más de 30 pelotas bateadas de foul durante un desafío en el Latinoamericano.

Quizá lo citaba como un posible récord, aunque no lo recoja el libro mundial Guinness. Sin llevar las cosas al extremo, pensemos por un minuto que en un choque, como promedio, diez Mizuno 200 van a parar al graderío del Cerro¼ y hoy ninguna regresa al campo de juego.

Si en esta Serie Nacional el equipo Industriales tendrá 48 juegos como anfitrión en su terreno, ¿cuántas pelotas podrán quedar en manos de los aficionados al final del clásico? Seguro pasarán de 500, muchas de las cuales, sin haber recibido daño alguno, estarían en condiciones de retornar al diamante.

Hablamos de la vivencia comprobada en el Latino, pero bien puede suceder en otros estadios del país. A contrapelo de lo que durante años ha sido una apelación a la conciencia de los aficionados para que devuelvan las pelotas, algunos argumentan haber pagado su entrada (un peso) a la instalación y, por tanto, ello les concede el derecho de llevarse la bola a casa, o, en el peor de los casos, revenderla en 5 CUC en la calle.

A los precios del mercado internacional, una Mizuno 200 cuesta 7 dólares. Si lo llevamos al cambio en moneda nacional, serían 168 pesos por uno solo de esos artículos indispensables para que disfrutemos de nuestra Serie Nacional de Béisbol.

¿Acaso por pagar un peso por la entrada a los estadios podemos sentirnos con el derecho de guardar la pelota que va de foul a las gradas?

 

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