No
puede ser de otra manera para quien ha dedicado más de 60 años de su
vida a la pasión de Cuba, el béisbol. Pedro Chávez González, a los
75 años, aún conserva esa entrega y agresividad que lo caracterizó
en sus tiempos de pelotero activo.
Así, con su hablar pausado comenzó a hacerle swing a las
interrogantes de Granma, y conectó sobre 300, como en la IV
(333) y VI (318) series, en las que se proclamó campeón de bateo con
los equipos de Occidentales e Industriales, respectivamente.
¿Cuándo lo picó el bichito de la pelota?
A los siete años. Nací en la finca Santa Rita, en las
inmediaciones de San Antonio de los Baños. Colindante con mi casa
había un señor amante de la pelota, con un terreno en su propiedad.
Cada vez que tenía un chance me llegaba hasta allí, él sacaba un
bate, una pelota, un guante y me fongueaba. A los 13 ya integraba la
novena de su finca, y a los 15 comencé a jugar en la Liga Unión
Atlética de Cuba, luego en la de Quivicán y por último en la de
Pedro Betancourt. Mi hermano mayor me ayudó en aquel comienzo, en el
que me desempeñé en el campo corto, tercera y jardín izquierdo.
¿Cómo llegó y en qué condiciones se jugó la I Serie Nacional?
Fue duro, antes del 59 los amateurs teníamos que buscar el tiempo
para alternar el trabajo con la pelota, solo los profesionales se
dedicaban por completo al béisbol y aquellos de nosotros que
incursionaran en alguna liga profesional eran declarados como tal.
Con la Revolución, el Estado se ocupó mucho del deporte, Fidel
habló sobre la necesidad de eliminar el profesionalismo, y hombres
que habíamos jugado en otras ligas fuimos capaces de llenar los
estadios con nuestro amor a la camiseta y entrega en el terreno.
Antes, algunos de nosotros participamos en los III Juegos
Panamericanos de Chicago, en el mismo 1959 y asistimos al Mundial de
Costa Rica, en 1961, del cual quisimos regresar al conocer de la
invasión a Playa Girón. Recuerdo que entonces nos dijeron que cada
miliciano debería defender su trinchera, y así lo hicimos en la
nuestra. Regresamos con el primer título mundial de la pelota
cubana.
Volviendo a la I Serie, recuerdo que jugué right field,
pues Edwin Walters, muy bueno por cierto, era el jardinero
izquierdo. Tuve la dicha de ser campeón con Occidentales en aquella
temporada y luego en dos de las cuatro consecutivas con
Industriales, equipo por el que aún sufro y gozo.
¿Y después de aquel despegue?
Desde el inicio tuvimos muy buena acogida, más tarde se fueron
construyendo estadios en todas las provincias, el Estado nos otorgó
licencias a muchos de no-sotros para jugar y eso facilitó el acceso,
además de que a varios entrenadores profesionales les ofrecieron
trabajo, aceptaron y fueron de gran ayuda. Entonces no había tantos
fundamentos técnicos como ahora, pero sí muy buenos peloteros que
llenaban los estadios.
Momentos memorables tras tantos años de béisbol¼
Muchos, el primero antes de la I Serie, cuando en 1957 me llevé
la triple corona en la liga de Pedro Betancourt¼
En el clásico nacional jugué ocho campañas, pues llegué tarde, con
26 años... Mi estilo agresivo me causó varias lesiones y producto de
eso de los jardines tuve que pasar a la primera base¼
La amistad entrañable con Urbano González y Jorge Trigoura, nos
conocíamos de las ligas de Quivicán y Unión Atlética, siempre
andábamos juntos. Después fue muy fácil para mí dirigir al propio
Urbano, Antonio Jiménez, Ricardo Lazo y Tony González¼
Se me hacía difícil conectarle a Modesto Verdura, tenía velocidad,
buena curva y slider, y por su calidad decían que le bateaba
bien a Manuel Alarcón¼ Una vez le
pregunté a Raúl "Guagüita" López el porqué de su brazo "jorobado" y
me contestó: tú crees que son pocas marañas las que he tirado para
el home¼ Y lo más importante,
disfrutar todo este tiempo y lo seguiré haciendo, cada buen juego de
pelota. Aún es una prioridad en mi vida.