Un impopular presidente Barack Obama resolvió apostar por su
reelección el año próximo, y es probable que gane. Los candidatos
republicanos son aún peores alternativas, el público ya detectó ese
handicap reciclado por la política estadounidense.
Camino a los comicios generales de noviembre de 2012, el
gobernante demócrata acarrea un amplio muestrario de promesas
incumplidas, el saboteo constante de la bancada opositora, y la
creciente indignación ciudadana que a diario corea sus reclamos casi
a las puertas de la Casa Blanca, reporta Prensa Latina.
En 2008 Obama convenció a millones que terminaría las guerras del
Pentágono, implementaría una apropiada reforma migratoria,
castigaría el régimen de torturas contra detenidos, clausuraría la
prisión en Guantánamo, y -en general- atendería las necesidades
reales del pueblo.
Casi concluido el año 2011, y por ende el primer periodo
ejecutivo, la cárcel de Guantánamo sigue en pie, inmutables las
leyes federales de inmigración, nada sucedió con los verdaderos
responsables del caso Abu Ghraib, y las guerras simplemente
cambiaron de escenario geográfico.
La mayoría de los votantes estadounidenses han tomado nota de
esta gestión y están adelantando sus valoraciones a través de
diversas encuestas, en las cuales tampoco el Congreso o los líderes
republicanos aparecen con buenos resultados.
De acuerdo con un sondeo difundido esta semana por el Washington
Post y la cadena televisiva ABC News, la opinión desfavorable sobre
el 44 inquilino de la Oficina Oval y primer afroamericano en
alcanzar la jefatura estatal se incrementó hasta un 49 por ciento.
Se trata de una caída estrepitosa cuando se recuerda que el
exsenador por Illinois disfrutaba de una popularidad del 79 por
ciento 20 días antes de asumir la Presidencia, en enero de 2009.
Ante la pregunta obligada sobre la economía, el 74 por ciento de
los consultados consideró que Estados Unidos -aún afrontando
coletazos de la crisis financiera de 2008 y la posterior recesión-
ha sido enrumbado por un mal camino en cuanto a expansión
industrial.
En otra encuesta implementada por la cadena CBS, más de la mitad
de los entrevistados opinó que Obama no merece ser reelegido, y
además expresaron gran frustración ante las perspectivas económicas
de la primera potencia mundial.
Un estudio similar difundido este mes por el diario USA Today
mostró que el mandatario demócrata se encuentra detrás de Newt
Gingrich y el exgobernador de Massachussets Mitt Romney, en una
docena de estados claves y de cara a las votaciones generales de
2012.
Una reciente gira del jefe de Estado por el centro de Estados
Unidos proporcionó un adelanto de lo que será su táctica
comunicacional en 2012: los republicanos (no él) están maniatando a
Washington, pero el pueblo debe mantener el optimismo pese a la
recesión.
En una de las paradas de su recorrido en autobús, el mandatario
defendió nuevamente un aumento en los gastos federales (pese al
actual alto déficit presupuestario), prometió multiplicar ayudas a
empresas rurales y aseguró que redoblaría el combate al desempleo.
No desperdició oportunidades para recalcar que los republicanos
son políticos cínicos y desinteresados en la búsqueda de soluciones
nacionales, e intentó convencer a los votantes de que si la
oposición gana el próximo año, la nación corre el riesgo de sucumbir
en el caos financiero.
Obama ha sido criticado por los adversarios republicanos e
incluso por correligionarios de haber fallado en sus promesas para
revivir el mercado laboral y acelerar la recuperación económica, en
un año cuando el país sufrió una importante descalificación
crediticia por parte de Standard Poor's (S P).
Durante su estancia en Iowa, el mandatario fue increpado y
sostuvo una fuerte discusión con Ryan Rhodes, un activista del
movimiento ultraconservador Tea Party, grupo al cual el
vicepresidente Joseph Biden llamó terrorista.
En la visita a la ciudad de Decorah y durante un acto al aire
libre, Rhodes reclamó al gobernante mayor discreción y afabilidad en
las cuestiones políticas, en relación con las controvertidas
declaraciones de Biden.
Uno de los más grandes tropiezos políticos con impacto en la
administración Obama durante 2011 fue el sonado fracaso del Joint
Select Committee on Deficit Reduction, conocido como el Supercomité
y conformado para resolver el gigantesco hueco fiscal en las arcas
federales norteamericanas.
El foro parlamentario paralelo fue la parte institucional de un
ambicioso programa para disminuir en 10 años el débito gubernamental
y surgió luego de un pacto entre el Presidente y el líder
mayoritario en la Cámara de Representantes, el republicano por Ohio,
John Boehner.
Después de una docena de juntas desde mediados de septiembre, el
panel encabezado por la senadora Patty Murray (demócrata por
Washington) y el representante Jeb Hensarling (republicano por
Texas), no pudo alcanzar un compromiso para corregir el entuerto.
Desde mediados de año la mayoría de los analistas coincidió en
que las negociaciones iban a resultar muy difíciles por la posición
natural republicana a rechazar impuestos y el tradicionalmente
contrario argumento demócrata.
Según el senador republicano Tom Coburn, de Oklahoma, fue
decepcionante que la falta de liderazgo en la Casa Blanca y en la
dirección partidista de ambos hemiciclos legislativos nos condujera
a esta situación de estancamiento.
Una parálisis política similar se registró en el segundo
trimestre del año en el Congreso de Washington debido a criterios
irreconciliables entre demócratas y republicanos en relación con el
tema de recortes en la cobertura de los seguros Medicare y Medicaid.
A finales del año trascendió que Estados Unidos podría perder
otra calificación crediticia de Triple A por parte ahora de las
agencias Moodys o Fitch, golpe que se sumaría a la decisión de
agosto ratificada por S P.
Las agencias que preparan la resolución contra Washington son
Moodys Investors Service y Fitch Ratings, las más importantes
rivales de Standard, que ya descalificó a la economía norteamericana
de AAA hasta AA plus.
En sus casi cuatro años de mandato, Obama ha sumado más deuda
pública al gobierno que el total acumulado en el país desde las
administraciones de George Washington hasta Ronald Reagan.
En los primeros 19 meses de la ejecución demócrata, el débito
estatal mantenido ante el público se incrementó en 2,52 billones de
dólares, precisan documentos de la Oficina Presupuestaria del
Congreso (OPC).
De acuerdo con la OPC, en casi 200 años de historia, todos los
mandatarios estadounidenses desde Washington hasta Reagan sumaron
unos 335,3 mil millones de dólares menos que Obama entre enero de
2009 y agosto de 2010.