La naturaleza es imponente y, aún así, los haitianos se adecuan a
su entorno. Es común ver, en distintos puntos de las lomas y cerros,
disímiles construcciones de viviendas. Muchas de ellas son sólidas,
tal parece que desafían la gravedad y las inclemencias del tiempo,
otras, en cambio, difícilmente se sostienen.
En las siete comunas de los distritos escasean la luz eléctrica y
el agua potable. La vida comienza al amanecer y los caminos quedan
semidesiertos en horas tempranas de la tarde. Las vías hay que
cruzarlas con precaución para no enfangarse en los charcos
provocados por la falta de desagües. Solo en San Luis del Norte, uno
de los distritos, las calles están pavimentadas.
El pueblo es uno de los más limpios del país y sus habitantes se
regodean por ello. Hasta hace poco existía un peaje vial para poder
pagarles a los trabajadores de limpieza pública. Ahora, cada cual
barre su terreno y mantiene la higienización de la ciudad. Es una
estampa agradable la de San Luis, nada es tan angosto como en el
resto de Haití.
Por su parte, la capital Port de Paix (Puerto de la Paz) no es
muy diferente de las cabeceras departamentales. Varias plazas, una
catedral —ahora en reconstrucción—; un parque en tributo a François
Capois, héroe de la Revolución haitiana; una cruz en lo alto de una
loma, motivo de peregrinación de los pobladores; y muchísimos
marché (mercados) tiene la urbe durante mucho tiempo conocida
como la ciudad del oro.
Fundada en 1665 por piratas franceses, Port de Paix, además, tuvo
en su puerto un fuerte mercado exportador de café y bananas. De esa
época dorada solo quedan de testigos algunas bonitas playas y
paisajes. Entre ellos, los que dan vista a la isla de la Tortuga.
La isla, refugio de los corsarios y bucaneros en el siglo XVII,
se utilizó como establecimiento para el tráfico de tabaco y de
cuero. Su accidentada topografía montañosa, el suelo arenoso, los
excepcionales arrecifes y sus leyendas hacen del territorio un lugar
mítico, un pequeño paraíso geográfico en el océano Atlántico.
Diariamente salen de Port de Paix decenas de botes hacia la
Tortuga. La travesía por mar es peligrosa, pero todos parecen estar
acostumbrados. Una vez en la isla, las zonas son de difícil acceso;
sin embargo, también allá hay médicos cubanos.
En el noroeste, nuestros colaboradores retan la geografía y
brindan atención a los pobladores en otros cinco puntos: en el
Dispensario Fátima Soleil, en el Hospital Inmaculada y en una sala
de rehabilitación, en Port de Paix; en San luis del Norte; en Bassin
Bleu y, durante los fines de semana, en todas las comunas que
integran el departamento.