Como botón de muestra se pueden mencionar, entre otros, los
recordados conciertos en el teatro Mella del pianista cubano Gonzalo
Rubalcaba, el estadounidense Arturo O’Farrill o el saxofonista Neil
Leonard, junto a la Berklee Jazz Faculty.
Precisamente uno de esos grandes momentos que dejaron con ganas
de "reenganche" al público se vivió en el concierto de clausura en
el teatro Mella, donde brillaron especialmente el destacado pianista
y compositor Frank Fernández y la jazz band del maestro Joaquín
Betancourt, en un programa conformado por títulos del repertorio
clásico y popular que fueron llevados con éxito a los territorios
del jazz.
No es una sorpresa que Frank Fernández haya sido uno de los
protagonistas de este concierto que extendió los dominios del jazz
en la música cubana. Porque, se sabe, este laureado pianista es un
buen conocedor de los conceptos que puedan aportar realmente a la
creación musical y ha puesto en pie una trayectoria con la que ha
recreado una multiplicidad de estilos.
Con tales credenciales bajo el brazo, ejecutó un movimiento
maestro en el tablero de su propia trayectoria personal al volver a
incursionar en el universo del jazz con un increíble dinamismo y
poderío escénico. Su interpretación de la famosa obra Rhapsody in
Blue, de George Gershwin, luego de desgranar el Ave María,
de Franz Schubert, marcó el ecuador del concierto y tributó de
manera esencial a la temática del evento.
En todo momento, el espectáculo fue un acertado encuentro de
diversos lenguajes y criterios sonoros en el que no faltaron otros
instantes de gran intensidad, fraguados por los instrumentistas de
la Jazz band, en la que descollaron figuras como el clarinetista
Ernesto Camilo, la flautista Evelyn Suárez y el saxofonista Michel
Herrera.
El maestro Joaquín Betancourt mantuvo una increíble complicidad
con su agrupación y tuvo el don de extraer todos los recursos
interpretativos de los instrumentistas hasta alcanzar altas cimas de
creatividad e imaginación, plasmadas en novedosas versiones de La
catedral, del paraguayo Agustín Barrios Mangoré; La bella
cubana, de José White; E lucevan la stelle, de la
Tosca, de Puccini —en la que intervino con una notable ejecución
el tenor Yury Hernández— y Júrame, de María Grever.
En La catedral, el guitarrista Héctor Manuel Quintana
lució sus dotes con un sobrio y elegante performance que contribuyó
al alcance sonoro de la pieza. Un despliegue similar realizó el
saxofonista Michel Herrera en la muy interesante versión de la danza
Los tres golpes (Ignacio Cervantes), respaldado por el
intenso despliegue de la jazz band que supo transmitir la esencia y
la espiritualidad de cada obra durante todo el programa.