Vistas las cosas solo desde el ángulo de lo novedoso, muchas
personas pudiesen pensar que en ese emporio agrícola se puede haber
relegado el empleo de recursos locales y tradicionales de probada
eficacia productiva, como es la tracción animal.
Pues nada más lejos de la realidad: a la par de la tecnología de
punta, marcha en el Valle de Caujerí el uso extensivo de los bueyes,
tal y como lo corroboran las 587 yuntas existentes. Esa cantidad, si
bien no cubre la demanda de 632 parejas, sitúa a este sitio en la
vanguardia del país en el empleo de la tracción animal.
Leoncio Velázquez Díaz, director del Centro de Control Pecuario (CENCOP)
en el municipio de San Antonio del Sur (al cual pertenece el Valle
de Caujerí) certifica los anteriores datos y detalla que del total
de yuntas la gran mayoría (534) corresponde a las Cooperativas de
Crédito y Servicios (CCS).
"El resto pertenece a las Cooperativas de Producción Agropecuaria
(CPA), a las Unidades Básicas de Producción Cooperativa (UBPC) y al
Instituto Politécnico de Agronomía Isaías Méndez, del sector de
Educación", amplía Leoncio.
Informa que las yuntas las conforman sobre todo animales jóvenes,
y que para reemplazar las 40 que tienen entre 15 y 20 años de
trabajo e ir cubriendo la demanda, disponen en estos momentos de
otros 272 bovinos.
Lo cierto es que una de las acciones más recurrentes en este
Valle es la de ver a los bueyes arando, en labores de cultivo,
cosecha o transportación de producciones y de insumos agrícolas.
La experiencia del uso de los bueyes está tan enraizada en este
sitio que no se dispone de ningún centro de doma. De adiestrarlos se
encargan los propios productores, ya sean del sector estatal o del
cooperativo-campesino.
"El campesino aquí solo usa el tractor para romper la tierra, y
no siempre, pues a veces lo hace con bueyes", expresa Abigaíl
González Velázquez, quien durante 40 años dirigió la Cooperativa de
Crédito y Servicios Feliberto Rodríguez, la de mayor potencial
productivo en Valle de Caujerí. Solo esta CCS (ahora multiplicada)
disponía de 157 yuntas, cuenta el curtido labriego.
Elías Sánchez Matos, delegado municipal de la Agricultura, y
Diobani Hernández López, director de la Empresa Agropecuaria San
Antonio del Sur, aseguran que en Valle de Caujerí los bueyes
garantizan más del 80 % de la tierra que se prepara y alrededor del
90 % de la transportación interna de los renglones agrícolas.
Estiman que, gracias al trabajo de esos vacunos, se dejan de
consumir anualmente unos 30 000 litros de petróleo, y ejemplifican
con el hecho de que entre marzo y septiembre del 2011 prácticamente
toda la preparación de la tierra se realizó con bueyes.
Coinciden ambos directivos en que el hábito de laborar con bueyes
en este sitio se ha visto fortalecido con los nuevos productores,
beneficiados con la entrega de tierra en usufructo mediante el
Decreto-Ley 259.
Siempre que se hable del tema en esta zona el nombre de Luz del
Alba Leyva deberá ocupar un sitio preeminente, pues esta campesina
de 67 años, fuerte como un roble, es una de las pocas mujeres
diestras en el manejo de los bueyes en las 1 834 hectáreas que
conforman el Valle de Caujerí.
"Desde joven me gustó trabajar más con los bueyes que con la
guataca. Comencé en 1970, cuando mi esposo estaba movilizado en la
caña, mis hijos eran muy pequeños y había que atender la finca",
dijo sonriente mientras araba una parcela aledaña a su domicilio, en
Cascajal de Manguito.
Madre de seis hijos y campesina más destacada de la CCS Genaro
Ortiz, Luz del Alba asegura que el trabajo agrícola con bueyes evita
la compactación del suelo, favorece su fertilidad mediante el
depósito del estiércol y no lo contamina con derrames de combustible
y lubricante, como sucede con las máquinas.
"Quien quiera que el trabajo con estos animales rinda los frutos
deseados debe garantizarles adecuados manejo y alimentación, de
manera que mantengan un buen estado físico", comenta Abel Rodríguez
Rodríguez, obrero agrícola y domador de bueyes de la CPA 17 de Mayo.
Recuerda haber aprendido bien la tarea en su paso hace años por
el politécnico Limbano Sánchez, ubicado en la comunidad de La
Alegría, en el municipio de Baracoa. "La doma, reseña, requiere de
pasos básicos como los de ponerle el narigón al buey, un nombre que
lo identifique y adiestrarlo junto a otro con experiencia de
trabajo".
El empleo de la energía animal en buena parte del mundo, lejos de
ser un anacronismo, constituye una alternativa técnicamente racional
y sostenible, y una opción económicamente viable ante el uso de la
maquinaria. El Valle de Caujerí lo patentiza.