Durante mucho tiempo, en nuestro país primaron los contratos
verbales entre productores y empresas que después dejaron de
cumplirse, lo que dio margen a que, en múltiples ocasiones, se
violaran los pagos correspondientes por parte de las entidades, al
presentar estas últimas problemas financieros.
Para subsanar esta dificultad se pasó entonces a la firma
contractual, mediante la cual cada una de las partes involucradas
(empresa y productor) reconocen los volúmenes de productos a
contratar, los precios, las formas y el plazo para efectuar el pago,
entre otras precisiones.
No obstante, las violaciones continúan. Sus causas varían y
tienen enfoques objetivos —coyunturas financieras adversas en las
entidades— y subjetivos —irresponsabilidad, falta de sentido de
pertenencia¼ Y hay casos de productores
que incumplen con las contrataciones, tratando de obtener mayores
dividendos, aunque el fenómeno se muestra con mayor fuerza por parte
de las empresas.
Como afirmó a Granma Orlando Lugo Fonte, presidente de la
Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP), hay que
mantener una estricta disciplina en el cumplimiento de los contratos
para evitar consecuencias peores.
¿Qué se está haciendo para revertir esta situación? ¿Cuál es la
posición de la ANAP respecto a quienes violen los contratos?
"Actualmente estamos trabajando —en conjunto con el Ministerio de
la Agricultura (MINAG)— en la aprobación e implementación de una
estrategia para erradicar las deficiencias en el cumplimiento de las
relaciones contractuales. Se trata de las Políticas y procedimientos
para la contratación de la producción agropecuaria y forestal, que
entrarán en vigor a partir del 2012. Además, se realizó una
modificación a la Resolución 353, del Ministerio de Finanzas y
Precios, que estipula los precios de los productos a contratar.
Nuestra posición es que se debe ser implacable y sancionar a quienes
no acaten lo establecido, de una y otra parte. Por eso, debemos
incrementar la observancia y la exigencia", señaló.
Está claro que la rama agropecuaria no puede dar brecha a la
improvisación o a la especulación. De ahí la necesidad de firmar
contratos que se ajusten a las posibilidades reales de los
productores y, sobre todo, a la demanda de sus productos mediante
una adecuada planificación.
"La violación de los contratos tiene sus fundamentos en la poca
exigencia y el descontrol existentes en muchos lugares; cuando estos
se firman hay que cumplirlos, y quienes no lo hagan tendrán que
asumir su responsabilidad", sentenció el General de Ejército Raúl
Castro Ruz. Y en función de eso hay que trabajar.
"La historia de los impagos no se conocía en Cuba hace varias
décadas atrás. Era inconcebible que a un campesino se le comprara su
producción y no se le pagara. Esto comenzó a partir del agravamiento
de problemas financieros en empresas que no tenían flujo de caja o
capacidad de compra y entonces adquirían las producciones de los
campesinos, demorando en pagarles", recordó Lugo Fonte. Lógicamente,
los productores empezaron a quejarse y se analizó el asunto hasta
llegar a la conclusión de que era necesario establecer una norma que
permitiera decir cuándo un pago se efectuaba en término o fuera de
este, pues tampoco podía venderse un volumen determinado de
productos un día y al siguiente reclamar el pago, sin tener en
cuenta determinados mecanismos empresariales que necesitan cierto
margen de tiempo.
En un acuerdo del MINAG, la ANAP y el otrora Ministerio del
Azúcar —hoy Grupo Azucarero—, que fue aprobado en la Resolución 245
del Banco Central de Cuba, se decidió establecer un plazo de 30 días
para pagarles a los productores. Y así empezó a funcionar, aliviando
un poco la situación; pero como siguieron las dificultades de
capital a nivel de empresa, el término fijado para liquidar esas
deudas continuó incumpliéndose.
"La situación se agudizó a tal punto que tuvimos que buscar
mecanismos más ágiles para evitar el atraso en las cuentas por
pagar", explicó Lugo.
Se creó entonces, el llamado "fondo reenvolvente, que consistía
en una suma de dinero depositada por el Estado en el Banco para que
aquellas empresas deficitarias de flujo de caja solicitaran un
crédito y pudieran comprarles a los campesinos. El plazo para que
esas entidades pagaran dicho crédito al Banco era, inicialmente, de
90 días y luego de 180.
Esto posibilitaba que las empresas pidieran un crédito de acuerdo
con el monto total de la producción a comprar y así le pagaran en
tiempo a los campesinos, pero al estar esa empresa descapitalizada
—antes de pedir el préstamo y después de vencido el plazo—, adquiría
deudas con el Banco también y se creaba así una cadena de impagos.
"Seguimos analizando y buscamos otra fórmula: el llamado pago por
factura, mecanismo mediante el cual la empresa y la cooperativa
legalizan una firma por cada parte, y ambas se registran en el
Banco. Entonces la empresa hace una factura por el valor de la
compra al productor o a la cooperativa, y la persona autorizada va a
la sucursal bancaria, la que hace efectivo el dinero", argumentó.
Así, el fenómeno no se presentaba ya entre el productor y la
empresa, sino entre esta y el Banco, pero llegó un momento en que se
agudizó tanto el problema, que quien se quedó con la deuda fue este
último, en lugar de la entidad.
En el mes de octubre existían alrededor de 6 millones de CUP
correspondientes a cuentas por pagar en este sector, los que se
fueron saldando en los primeros días de noviembre. Y si bien hoy el
promedio mensual —entre 2,5 y 3 millones de pesos— no es alarmante
en relación con el monto de pesos que se factura cada mes y aun
cuando este año se ha comportado mejor en comparación con los
anteriores (hubo algunos con débitos de alrededor de 50 millones de
pesos en un mes), todavía persisten serias dificultades que demandan
soluciones más factibles.
"Debemos tener presente que contamos con 400 mil campesinos y 3
500 cooperativas en el país —entre las de Producción Agropecuaria
(CPA) y las de Crédito y Servicios (CCS)— y, por otro lado, hay
muchas empresas que trabajan con subsidios del Estado, no se
autofinancian y no tienen otros ingresos, por lo que se crea un
fenómeno complicado", afirmó Lugo.
Explicó además que, por la prioridad de este tema, mensualmente
se realizan en todos los municipios del país las llamadas Reuniones
de Conciliación de Impagos y luego, las reuniones conjuntas con el
MINAG para analizar el comportamiento de las cuentas por cobrar y
por pagar, y buscar alternativas.
La menor violación contractual hace que se acumulen
progresivamente las liquidaciones fuera de término y, por
consiguiente, no solo se afecta el proceso productivo, sino que se
presta además para nocivas conductas de corrupción. También se
atenta contra el lineamiento 10 del capítulo I "Modelo de gestión
económica", referido a la exigencia en la calidad del proceso de
negociación, elaboración, firma, ejecución y control de los
contratos "como instrumento esencial para la gestión económica".
Los impagos son hijos directos del irrespeto a los contratos y la
indolencia. Esas son sus causas fundamentales y sobre las cuales hay
que proyectarse de inmediato para, de una vez y por todas, desatar
los nudos que atan las fuerzas productivas. En tanto, faltan medidas
más drásticas, tanto para las empresas como para los productores, y
así acabar de ponerle definitivamente el "cascabel" a los impagos.